Capítulo LVI

Los habitantes me ven sobre el hombro, escupen al suelo o hacen muecas. Ingiero saliva y hago lo posible para ignorarlos. Paso al lado de los puestos que venden herramientas de cultivo. El mercader me observa con los labios despegados, mostrándome una mueca de hastío. Me detengo en medio del mercado y miro mi alrededor. Todos me contemplan con odio, lástima y rencor. Me estremezco. Siento cómo mis vellos desean salirse de sus poros y huir lejos de aquí. Esas miradas… ¿Por qué me miran así?

Me tropiezo con el hombro de alguien más. El quejido me hace volver en sí. Me vuelvo y miro a la mujer extendida en el barro vestido por la nieve. Ella masculla algo, se incorpora y recoge su canasta, de la que salieron volando algunas frutas. Me arrodillo a su lado a punto de ayudarla, pero cuando me ve se echa hacia atrás y contiene un grito. Sus ojos azules se oscurecen y enrojecen con ira. Mi mano se que

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