Capítulo 16. Nuestra única diosa es la luna
El alfa Kael, apoyado contra la pared de la habitación donde Osman reposa en la cama, no deja de analizar lo que su padre le dijo antes de partir. La tensión en sus músculos es evidente; aún no puede creer que haya perdido la cabeza por la huida de Aria. Según los rastreadores, no pudieron hallarla hasta ahora. Solo encontraron sus ropas tiradas en medio de unos arbustos cerca de un pueblo humano, luego no hay nada más que los ayude.
—¿Ya la encontraron? —pregunta Osman, con la voz ronca y cansada. Sus heridas ya están casi sanadas, pero aún debe reposar por unas horas hasta que los efectos del medicamento pasen.
Kael aprieta la mandíbula y niega.
—Logró llegar al pueblo humano. Perdieron su rastro justo allí.
Osman frunce el ceño. Se incorpora con dificultad, ignorando el dolor en su torso que lo atraviesa.
—¿Cómo demonios llegó hasta allí sin que nadie la viera? ¿Cómo consiguió pasar el bosque infestado? Es increíble que los renegados no la hayan olido y atacado.
Kael cruza los bra