Capítulo 91. Pico de Aullido
—¿Ese crucifijo…? —pregunta Marina, señalándolo con la barbilla—. ¿Puedo verlo de cerca?
Aria se toca el pecho, como protegiendo el objeto colgado de su cuello.
—Es un regalo de mi madre. Me lo dio un año antes de fallecer en un accidente de tránsito junto con mi padre. También es un amuleto… Lo siento, pero no me lo puedo quitar.
Marina la observa en silencio, frunciendo el ceño. Claro que es un amuleto. Puede sentirlo, es muy poderoso. Las runas talladas no son decoración común. Pero lo que más le intriga es otra cosa: hace un rato, cuando se rozaron, Aria no reaccionó como una licántropa. ¿Acaso no sabe lo que es?
—¿Tú de qué manada eres? —pregunta de golpe, tanteando.
El rostro confundido de Aria es toda la respuesta que necesita.
—¿Manada? ¿Qué es eso?
Marina parpadea y se apresura a corregirse.
—Disculpa, no fue lo que quise decir. Vi unos lobos en el camino y se me cruzaron las ideas.
Aria se queda helada. Su piel se vuelve pálida como el papel mientras busca por la ventana.
—¿