Capítulo 58.

Adalia se posicionó avivadamente de pie, tomó unas cuantas joyas de las muchas que permanecían arrojadas con desbarajuste sobre el deslizadizo suelo, las sujetó entre sus manos, cubiertas de una robusta capa de sudor, corrió lo más rápido que la situación se lo permitió en dirección al baño y una vez ahí, abrió el retrete y arrojó las joyas de Derek, asegurándose de que estas se desaparecieran por completo de su campo de visión: aquello era parte de su plan, lo único que en aquel momento su mente consiguió idear era fingir un robo, decir que unos hombres habían entrado por la ventana a robar, y debido a aquel acontecimiento era que esta se encontraba rota con tanta violencia; aquella fue la única idea que franqueó por los constreñidos pasadizos de su angustiada mente, lo único que tal vez, esperaba ella, pudiese justificar a

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