Capítulo 26.

Derek prensó su puño sintiendo la rabia explotar dentro de su cabeza. Así que ese tal Chad sabía en donde Adalia vivía.

—¡No! No... No vengas aquí... No vengas... No vengas... No vengas—repitió como si fuese un disco que nadie se había tomado la molestia de detener.

—¿Por qué, Adalia? Siento que el corazón se me saldrá del pecho, ¿Por qué te fuiste así? ¿Qué sucedió? —Adalia ambicionó hablar, pero su voz se hallaba intermitente y discontinua, había estado gritando e implorando por largos minutos, Derek había abusado de ella, y después la había azotado, era un desafío constante el no perderse en la seductora e interesante negrura del desmayo—Dios, Ada, responde—Derek mordió su labio ante aquel diminutivo. Gotas de sangre bajaban por sus labios

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