Andy Sewell revisaba atentamente unos sitios web sobre turismo para planear sus vacaciones en pleno horario laboral. Un recién graduado de administración empresarial debía esforzarse por cuidar su primer empleo y no estar pensando en irse de vacaciones, pero él tenía la fortuna de trabajar en la empresa familiar.
Tal condición le permitía tomarse ciertas licencias, como irse de vacaciones sin importar la antigüedad laboral o dejar entrar a su novia a la oficina a cualquier horario.
Sentada en el sofá de cuero a un costado del escritorio, Sofía Sarkov Reyes lo miraba como si fuera lo más maravilloso que hubiera visto en su vida.
Andy Sewell era un chico guapo, divertido, atento y con una inteligencia bordeando el promedio. No era un iluminado, pero tampoco un bruto rematado. Tenía mucha inteligencia emocional, algo tan escaso estos días, sobre todo en los hombres criados a la antigua. Andy era un hombre moderno, abierto de mente, tolerante y con mucha paciencia.
—Ya está, Sofi. Quiero