Katya se sintió enrojecer, su corazón latía con emoción. Ella nunca había tenido un padre, más allá del esposo de su madre Olena que murió muy joven. Y escuchar la forma en que Artem estaba tan dispuesto a sacrificarse y defender a Katya, la hacía sentir... La hacía sentir… era un sentimiento indescriptible.
De alguna forma, Katya supuso que así debía sentirse el amor de un padre: vulnerable, frágil y seguro al mismo tiempo. Amada por alguien a quien le importaba.
Ser amada por Egan era un cosa completamente fuera de este mundo, que hacía que Katya se sintiera como una reina: poderosa y dueña de todo en cuanto tocaba.
Pero ser amada por Artem, se sentía natural, cálido y puro. A Katya le hizo incluso sentir sus ojos cristalizarse al ver la incondicionalidad tan repentina pero genuina de Artem.
– ¿Cómo garantizamos que estás de nuestro lado y que esto no es una trampa? –Como siempre, el guardián Argus. Él aún se veía afectado por la muerte de Sylvana, pero volvía a ser el viejo guardiá