En la puerta de la habitación de Donatello, pedí a Odette y al guardia de seguridad que me dejaran hablar con él a solas.
Llamé a la puerta y me atendió su madre, visiblemente sorprendida por mi presencia:
- ¡Alteza! - No... Esperábamos su visita.
Como no me invitó a pasar, empujé lentamente la puerta, viendo a Donatello con mucho mejor aspecto, con la pierna dentro de una especie de corsé de aluminio que ocupaba gran parte de la cama.
Me acerqué a él, mientras la enfermera se levantaba rápidamente, dejaba el libro que estaba leyendo y se agachaba.
Vi la otra pierna escayolada, pero no parecía tan rota como la izquierda.
- ¡Alteza! - sonrió, con los labios regordetes ligeramente entreabiertos-.
- ¿Podríamos charlar un poco, señor Durand?
- Por supuesto, señor Durand. - no se opuso.
- A