¡QUÉ CORAZÓN TAN BONDABLE!
Suspiré, recordando la forma en que Catriel Levi Mallet me había juzgado, desde el primer momento en que me vio. Y tal vez me enamoré mucho antes, todavía en Alpemburg, de su trasero redondo y perfecto.
Mal sabia que o rosto dele era emoldurado por cílios perfeitos, que combinavam com os olhos azuis exatamente da cor do mar de País del Mar. A cicatriz no supercílio mostrava que também havia tido um acidente ao longo da vida... E lutou, assim como yo. Éramos ganadores. Y merecíamos brillar ese día, nuestro día.
Tan pronto como llegué frente a mi futuro esposo, vestido con un traje formal blanco, le susurré al oído:
- Te ves hermosa, pequeño bastardo.
Él se rió:
- ¿No tendría que ser yo quien dijera esta frase?
- En este caso lo dije yo primero.
- Te entrego a mi preciosa, mi hija menor – dijo mi padre – Si supieras cuánto luchamos para que ella esté hoy aquí, en este lugar, frente a ti… – se secó las lágrimas – Haz cada día de su vida cuenta...
- ¡Lo haré, Es