O corpo de Antonela se estremeció con el toque de él. No debería sentir eso, ni sentir nada relacionado con él. Antonela debería odiarlo, por querer castigarla. Pero eso no era lo que su corazón decía.
Cuando se dio cuenta de que había pasado demasiado tiempo mirándolo a los ojos, retrocedió. Benjamim no la obligó a permanecer cerca. La soltó delicadamente y la observó en silencio, fascinado por el rubor en su rostro.
Benjamim no sabía cómo empezar aquella conversación; era como si hubiera desaprendido a hablar, al menos así se sentía cuando estaba cerca de Antonela.
—Adam todavía no se ha adaptado —se detuvo un segundo, obligado a desviar la mirada al darse cuenta de lo difícil que era hacer aquello—. Te extraña, tiene dificultades para dormir.
Esas no eran las palabras que Benjamim quería decir, pero, en el fondo, estaba buscando justificaciones que hicieran que Antonela entendiera la petición que haría a continuación.
—¿Qué esperabas que sucediera? —sintió una especie de descarga e