Benjamín se levantó lentamente para no despertar a Adam, quien parecía dormir tan bien que le dio pena despertar al niño. Benjamín debería estar en su habitación, esperando la visita matutina del médico, pero se encontraba en ese lugar, listo para ir tras Antonela una vez más.
Aún estaba pensando por dónde empezar a buscarla, cuando se encontró con el médico caminando por el pasillo.
—¿Qué hace aquí, Benjamín? —inquirió el médico, estupefacto—. Debería estar descansando. Ha pasado por una cirugía delicada.
—Soy consciente de ello —dijo, como si no le importaran las palabras del médico, y continuó buscando a Antonela con los ojos—. Necesitaba ver a Adam y saber cómo estaba.
—Ahora el que necesita cuidados es usted —dijo acercándose—. Venga, lo llevaré a su habitación.
—Puedo hacerlo solo —lo encaró con seriedad.
El médico asintió como si estuviera admirado y no se atrevió a ayudarlo más. Apartándose, no lo contestó, solo observó a Benjamín pasar por su lado y caminar hacia el otro extr