Henrico consultó el reloj, dándose cuenta de que era un poco tarde. Además de hacerle compañía a Benjamín e irritarlo, aunque él dijera que no, aquello no lo estaba ayudando a preocuparse menos por Adam.
Henrico sabía que debía mantenerse tranquilo y positivo, pero esperar noticias era demasiado. También lo era para Benjamín.
Él se levantó lentamente, y Henrico se apresuró a ayudarlo.
—Calma —dijo Henrico, notando su agitación—. ¿A dónde quieres ir?
—A ver a Adam —su voz estaba jadeante—. No soporto más seguir esperando noticias aquí.
—¿Debo recordarte que acabas de pasar por una cirugía y estás bajo los efectos de la anestesia?
—No seas un viejo cascarrabias, Henrico —chasqueó los labios—. Sé que tú también quieres ir a verlo. Solo no vas porque le tienes miedo a Antonela.
Henrico murmuró para sí mientras se apartaba, irritado con la conclusión de Benjamín.
—Deja de decir tonterías —su voz era como un desgarro áspero e irritante—. Evito pelear con ella por Adam.
Estaba claro que todo