44. ¿Qué sientes por mí?
— Los resultados estarán listos para dentro de una hora — les informó esa amable muchacha del laboratorio que la atendió previamente.
Grecia suspiró mitad aliviada y mitad angustiada cuando quedaron solos, pues no entendía aquel repentino desgaste físico que apenas y le permitía mantenerse de pie por sus propios medios. Emilio, al percatarse de la decaída de sus hombros, aprovechó para tomarla de la cadera y sostener su pequeño cuerpo sin que ella tuviese que hacer el mínimo esfuerzo.
— Vayamos a casa — sugirió, besando su sien, un tanto preocupado por esa hadita y el bebé que pronto iluminaria sus vidas.
Ella negó con la cabeza y se recargó contra su pecho, demasiado agotada.
— Es mejor esperar aquí, es solo una hora y así sabremos cuanto antes si algo está mal conmigo o con el bebé.
Emilio pasó saliva, tensándose.
— De acuerdo, pero te llevaré a una de las habitaciones disponibles para que te recuestes un poco.
La jovencita asintió sin quejas y se dejó guiar por ese hombre que la