Cap. 28 El doctor Muerte
Esa mañana Enrietta decidió tomar el desayuno en la terraza y desde allí contemplar sus dominios.
Oswaldo servía diligentemente a la dama, que miraba a los guerreros pelear y entrenarse.
—Es increíble que todo esto iniciara de un linaje —comentó—. Mi linaje.
Se arrimó a la baranda y esta se cayó.
—Señora, tenga cuidado —dijo Oswaldo—, no se ha realizado mantenimiento a esta parte de la casa y los barandales están débiles.
La dama musitó amargada.
—Vaya castigo, todo es débil a mi alrededor —miró a su nieto llegar con una caja—. Tendré que comenzar de nuevo.
Oswaldo no entendió sus palabras y se retiró solemne.
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Boris le mostró a Rowena una caja con un bello moño y le dijo.
—Rowena, este es el vestido que escogí para nuestra boda.
Rowena lo tomó y le dijo preocupada.
—¿Será prudente?
—Ya lo verás, seremos tan felices y pronto nuestros cachorros llenarán esta casa.
Era tan idílico y ella fue a probarse el vestido, sabía que no podía hacerse la ilusión del matrimonio y que Enrietta esta