Samantha
Todo está en completa oscuridad y silencio.
Bajo las escaleras con cuidado, mis manos tanteando el pasamanos mientras intento no tropezar. El suelo cruje bajo mis pies, y cada sonido se amplifica en la quietud de la casa. No veo nada, y la sensación de que algo no está bien me pone la piel de gallina.
Busco el interruptor de la luz y lo acciono, pero nada sucede. La electricidad no funciona.
"¿Qué está pasando?", pienso, con el corazón latiendo con fuerza.
La casa parece vacía, demasiado vacía. Camino hasta la sala, mi respiración resonando en el aire pesado. Me detengo frente a la ventana y entonces lo noto: una sombra moviéndose afuera.
Mi cuerpo se paraliza, los latidos golpeándome las sienes. Por un momento, considero volver arriba, encerrarme en la habitación, fingir que no vi nada. Pero algo dentro de mí —una mezcla de curiosidad y terquedad— me impulsa a actuar.
Sin pensarlo, abro la puerta y salgo al frío de la noche. El aire helado me corta la piel, la brisa movien