Martín caminaba con pasos pesados por el pasillo de su casa, su mente enredada en un torbellino de pensamientos.
La ira lo consumía mientras se dirigía a la sala, donde su madre lo esperaba, sentada en el sofá, con la mirada perdida en un viejo álbum de fotos. El ambiente estaba cargado de tensión, y el silencio parecía gritar su angustia. Al entrar, su corazón latía con fuerza, y sin poder contenerse más, estalló.
—¡¿Fuiste tú?! Madre, ¿Eres tú quien convenció a Laura de dejarme hace años?— La voz de Martín resonó en la habitación, llena de furia y dolor. Sus ojos ardían de indignación, y sus manos temblaban.
Su madre levantó la vista, sorprendida por la acusación.
—Martín, hijo, por favor, escúchame, puedo explicarte porque hice algo así
—respondió, sus ojos llenos de lágrimas que amenazaban con caer.
—¿ Que demonios me vas a explicar , mamá? ¿ Que no te importó alejar de mi vida a la única mujer que he amado ? ¿Que no te importó verme sufrir por su supuesto abandono? — Ella se