Después de reflexionar detenidamente, Laura se vio obligada a tragarse su orgullo y aceptar la oferta de trabajar para Martín. No podía negar los deseos que latían en su corazón: anhelaba seguir desarrollándose en la industria del modelaje y, al mismo tiempo, acercarse más a él, solo para demostrarle que podía estar bien sin su ayuda. Aunque en el fondo no quería reconocer que tenerlo cerca la emocionaba. Se consolaba internamente con esa idea, recordando las veces en que habían compartido momentos especiales, aunque su relación estuviera marcada por la tensión y el resentimiento.Sin embargo, Martín rápidamente volvió a ser tan cruel como siempre.—¿Me mandaste a llamar, Martín? —preguntó Laura, al entrar en su oficina, notando cómo su mirada la recorría de arriba abajo, evaluando cada detalle de su apariencia.—No me gusta que me tutees. ¿Entiendes? Soy tu jefe —respondió con arrogancia, como si disfrutara del poder que tenía sobre ella. Luego, una sonrisa burlona se dibujó en su
Canadá. Cuando bajaron del avión, Lucas miró a su madre con ojos curiosos. —¿Han venido los abuelos a buscarnos, mami? —preguntó, buscando a su alrededor. —No, cariño. Pero nos esperan en casa. Pronto llegamos —le respondió, tratando de contagiarle su entusiasmo. Él asintió con gesto feliz y caminaron hacia donde estaban los taxistas. Una vez en el auto, los recuerdos felices y no tanto que había vivido allí, en Canadá años atrás, comenzaban a bombardear su cabeza. Pero, respiró profundo e intentó disfrutar el momento como lo hacía su hijo. Sonrió al ver su carita colorada y animada mientras observaba el paisaje que pasaba rápidamente. A mitad del camino, durante la parada del taxi para repostar, Laura llevó a Lucas a pasear por la tienda. Sin embargo, cuando echó un vistazo casual por la ventana, vio a una mujer hermosa bajar de un Rolls-Royce Phantom negro. Martin le había prometido que, cuando superaran los tiempos difíciles, le compraría un coche así. Laura sonrió co
Antes de marcharse, Martín la miró de nuevo.—En fin, haré una fiesta en tres días. Estaré con mi prometida —dijo, sonriendo de manera forzada—. Puedes ir, lleva a tu amante si es deseas—Después de mencionar el lugar y la hora del evento, encendió el motor del auto y se marchó. Laura ni siquiera tuvo tiempo de negarse. Él no esperó su respuesta, como si diera por sentado que ella asistiría. Mirando a su madre con desconcierto, aceleró el paso y subió a su habitación, cerrando la puerta tras de sí. Se dejó caer en la cama, mientras su mente la transportaba a un pasado que había intentado olvidar, pero que aún la hería con fuerza. " No tuve otra opción, Martin " susurró mientras apretaba con fuerza sus labios temblorosos y una lágrima enjugaba sus mejillas. Laura comenzó a recordar aquellos años junto a Martin ... Eran los años en donde las empresas de Martin atravesaban una enorme crisis financiera y en los cuales su propia carrera como modelo estaba en ascenso ya que un ceo ital
Laura decidió no darle importancia a la invitación de Martín. Para ella, asistir era una estupidez; no encontraba motivo suficiente para hacerlo. Él había comenzado una nueva vida, y ella no tenía necesidad de interferir en la suya. Así que se quitó la idea descabellada de la cabeza y se ocupó de otros asuntos importantes para iniciar su nueva vida en Canadá. Al día siguiente, decidió visitar a Leticia, su amiga de toda la vida, a quien no había visto en mucho tiempo. Apenas se enteró de que Laura había regresado, le hizo una llamada y quedaron en encontrarse personalmente para recordar viejos tiempos. Leticia era la única que conocía la verdad sobre la partida de Laura, el secreto que había guardado celosamente. Cuando se fue, le pidió que no le dijera nada a Martín. Tal vez, como decía su madre, su existencia no le traía ningún beneficio. Si realmente lo amaba, debía dejarlo libre, permitiéndole vivir la exitosa vida que merecía. No podía ofrecerle el apoyo financiero que necesit
Al día siguiente, Laura ya estaba lista para asistir a la fiesta. Frederick y ella llegaron al salón tomados del brazo; para todos, él era su esposo y, por alguna razón, quería mantener las apariencias. Al entrar a la recepción, Laura comenzó a sentirse muy nerviosa. Buscó con la mirada a Martín. Fingía admirar la decoración, pero en realidad intentaba encontrarlo. Notó cómo muchos se quedaban observándola, atraídos por el encanto que le confería su fabuloso vestido. El vestido, un diseño ajustado, atraía miradas por el modo en que resaltaba sus curvas. Fue elegido entre Leti y Frederick, y ahora comenzaba a pensar que tal vez Martín pensaría que se había esmerado demasiado para lucir hermosa para él. Se sentiría muy patética si eso sucedía. Sus manos comenzaron a temblar y trató de retomar el aliento haciendo tres respiraciones profundas. Empezaba a cuestionar el haber asistido. No sabía qué hacía allí, qué buscaba. Mordió sus labios con un ligero temblor al mirar a Frederick, qui
Laura se sintió abrumada, pero intentó ignorar lo que acababa de suceder. No podía simplemente dejarse llevar por la desesperación mientras Martín se paseaba por el salón con esa mujer. Así que decidió quedarse y demostrarle que, al igual que él, ella también tenía un compañero atractivo y estaba feliz a su lado. Sin embargo, muchas veces su mente se alejaba de Frederick, anhelando descubrir qué hacía Martín en ese momento. Las horas pasaron y Laura comenzó a sentirse completamente agotada. No solo físicamente, sino también mentalmente, ya que no dejaba de torturarse al estar pendiente de los movimientos de Martín y sufriendo cada vez que lo veía tan divertido al lado de ella. —Debo ir al baño —le mencionó a Frederick. Quería refugiarse un momento y buscar alivio de la algarabía, la música y el gentío que la asfixiaban. Se despidió de él con una sonrisa forzada y se dirigió al baño, buscando un respiro. Al cerrar la puerta, el ruido del salón se desvaneció, dejándola a solas con su
Laura regresó furiosa al salón de banquetes, donde el eco de la música y las risas apenas lograban calmar su rabia. Buscó a Frederick, quien la miraba con una mezcla de preocupación y curiosidad.—Vámonos, estoy cansada —dijo ella, con una mirada que intentaba ser firme pero que delataba su vulnerabilidad.—¿Tan temprano? Apenas empezaba a divertirme —respondió él, ya un poco influenciado por el vino y la música estruendosa.—Sí, por favor —insistió Laura, esforzándose por mantener la compostura.Frederick soltó su copa, asintió y extendió su brazo para que ella lo tomara. Pero justo cuando estaban a punto de llegar a la puerta, Barbara los interceptó como un muro impenetrable. Su sonrisa era forzada, pero su mirada destilaba competencia, ansiosa por encontrar una oportunidad para molestarla.—¿No estás satisfecha con la fiesta? —preguntó, aprovechando la ocasión para hablar sin cesar sobre el evento. Laura respiró hondo, mirando a Frederick con fastidio. Barbara continuó hablando sob
Los días siguientes a la fiesta, Laura no podía dejar de pensar en el mal momento que había vivido gracias a Martín y su trato despectivo. “No puedo creer que se comportara así,” murmuró para sí misma mientras revisaba su teléfono, sintiendo que la rabia y la tristeza se entrelazaban en su pecho. Necesitaba urgentemente sacarse el amargo sabor de boca, así que se concentró en buscar una nueva escuela para Lucas. Hizo varias llamadas para solicitar información sobre puestos de empleo, consciente de que los gastos escolares serían difíciles de asumir en su situación.De repente, su teléfono vibró. Era un mensaje de Leticia:“¿Cómo va todo, Lau?”“Mal, amiga. Los gastos médicos de mi madre no paran de aumentar, no encuentro escuela para Lucas y menos un empleo. Estoy a punto de enloquecer,” respondió, sintiendo el peso de la preocupación aplastándola. La enfermedad de su madre había consumido todos sus ahorros, y ahora le atormentaba no poder cubrir los exámenes y tratamientos que nece