Una vez dentro de la habitación, Ylva se sentó en el borde de la cama y miró a Ethan con seriedad.—Ethan, ¿qué quiso decir ese Elfo? ¿Está alucinando o qué? ¿En qué parte de su linaje soy prima? —dijo Ylva, con un tono serio en su voz.Pero antes de que pudiera continuar, Ethan tenía otros planes, así que se acercó a ella con una mirada cargada de deseo y empezó a besarla con una pasión desmedida. Sus labios se encontraron en un beso ardiente que hizo que el corazón de Ylva latiera con fuerza e incluso olvidara lo que estaba diciendo. A pesar de no entender del todo lo que pasaba con Ylva sobre su verdadero origen, él quería que ella no se sintiera abrumada con tantas cosas. Las manos de Ethan empezaron a recorrer el cuerpo de su amada con urgencia, provocando en ella una sensación de deseo y anhelo. Sus cuerpos se fundieron en un abrazo apasionado, mientras se dejaban llevar por la intensidad del momento.—Mejor descansemos —susurró él—. No pienses en nada, solo en mí. Ella solo a
El cielo, ahora oscuro, proyectaba un azul profundo que se colaba por los ventanales del palacio, decorado con las luces titilantes de las estrellas y los brillos mágicos que iluminaban Arvandor. Mientras caminaban hacia el comedor, ya que le habían anunciado que la cena estaba lista. Ylva levantó la mirada hacia el cielo nocturno y, con curiosidad, preguntó:—¿Qué hora es? Cuando llegamos era temprano, ¿tan rápido oscureció? Ethan, con una sonrisa, miró a su alrededor como si estuviera calculando.—Debe ser alrededor de las nueve de la noche —respondió con tranquilidad.Ylva se detuvo un segundo, sus ojos abriéndose ligeramente en sorpresa, mientras un rubor subía lentamente por sus mejillas. Al recordar los momentos que habían compartido, una sensación cálida y avergonzada se apoderó de ella.—¿Las nueve? —murmuró, llevándose una mano a la frente como si estuviera intentando procesar el tiempo perdido—. Entonces… ¿Dormimos bastantes horas? —añadió, con un tono que intentaba sonar c
El sol matutino bañaba los jardines del palacio de Arvandor con una luz cálida y suave, mientras las flores llenaban el ambiente con los colores más vivos. Tari estaba sentada en un banco de madera tallada, rodeada de la serenidad de la naturaleza, con una taza de té entre sus manos y una expresión relajada. Parecía estar esperando pacientemente a Ylva y Ethan.Al llegar, Ylva no pudo contenerse. Cruzó los brazos y la miró directamente, con un tono ligeramente molesto.—¿Podrías dejar de darle tantas vueltas al asunto? Desde el desayuno siento como si estuvieras intentando retrasar todo —dijo, sin rodeos.Tari levantó la vista hacia Ylva, con una sonrisa tranquila que sólo parecía aumentar la frustración de la licántropa.—Qué impaciente eres, querida Ylva —respondió, en tono divertido—. Debes cultivar un poco más esa cualidad. La paciencia es una virtud esencial para una reina.Ylva bufó, visiblemente molesta por el comentario.—La paciencia y yo jamás nos hemos llevado bien, Tari, y
Tari se levantó con gracia del banco en el jardín, dejando atrás el aire relajado que había mantenido hasta entonces. Sus ojos brillaban con intensidad, como si las palabras que estaba a punto de pronunciar tuvieran un peso histórico que no podía ignorarse.—Incluso los humanos tienen una profecía, ¿cierto, Ylva? —dijo, con un tono serio pero sereno—. Es más antigua de lo que muchos recuerdan y se remonta al principio de todo.Caminó unos pasos, su mirada perdida entre las flores del jardín como si estuviera viendo escenas de un pasado distante.—En el principio, todo estaba en perfecta armonía. El Dios de los humanos, junto con el dios que creó cada especie, convivían en paz, al final eran como hermanos. Cada ser en la tierra recibía dones, poderes concebidos con un propósito bueno, para traer equilibrio y prosperidad a los mundos. Pero... —se detuvo un momento como si meditara.Tari giró lentamente hacia Ylva y Ethan, su expresión ahora más seria.—Fue entonces cuando la oscuridad e
Tari los guió más allá del Palacio, atravesando los hermosos jardines que parecían no tener fin. Con cada paso, el entorno comenzaba a transformarse. Las flores by el ambiente cálido de los jardines dieron lugar a un bosque que parecía emerger de otro tiempo, envuelto en penumbras y un aire misterioso. Los árboles eran altos y retorcidos, con ramas que se entrelazaban como si quisieran atrapar la luz. Ylva miró a su alrededor, sintiendo un leve escalofrío al adentrarse más en el bosque. Tari, sin detener su paso, habló. —Este bosque —dijo, su voz serena pero profunda—. Aunque su apariencia pueda parecer inquietante, nos ha permitido vivir en tranquilidad. Es como si protegiera nuestro lugar, asegurándose de que nada ni nadie interfiera con lo que construimos aquí. —Ya veo —respondió Ylva—. ¿Exactamente a donde vamos? —Un dragón los llevará hasta Lycandar, así que los llevaré hasta la frontera. Ylva asintió y el silencio se hizo presente entre ellos el cual era interrumpido ún
Draco se enderezó después de su elegante inclinación, su porte majestuoso y el aura imponente que lo rodeaba aún eran perceptibles incluso en su forma humana. Sus ojos verdes destellaban con intensidad, mientras su túnica, que parecía fluir como si estuviera hecha de escamas vivas, se movía ligeramente con el viento.Tari avanzó unos pasos hacia él, girándose ligeramente para que Ylva y Ethan lo observaran.—Permítanme presentarles a Draco —dijo con calma, su voz resonando con el mismo aire sereno que siempre la caracterizaba—. Él es el príncipe del Reino Drakengar.Draco inclinó ligeramente la cabeza una vez más, con un gesto cortés pero también cargado de autoridad.—Es un honor conocerlos —dijo, su voz profunda y llena de una calidez que no encajaba del todo con su figura imponente—. Bienvenidos a nuestro reino y a estas tierras que protegemos junto con los elfos.Ylva miró a Draco, aún impactada por la transformación que había presenciado. Ethan, aunque más acostumbrado a situacio
Ethan y Ylva, se inclinaron ante la reina dragón, reconociendo su autoridad. Sin embargo, la mujer no se mantuvo inmóvil. Con una gracia indiscutible, se levantó de su trono y, en un gesto de respeto, también se inclinó ante ellos. Su cabello negro ondeó con el movimiento, su corona de cristal resplandeciendo bajo la luz tenue de la sala. Al enderezarse, les dedicó una sonrisa.—Mi nombre es Ignis —dijo, su voz profunda pero melódica—. Reina de Drakengar. Es un honor ver de nuevo tu cara, querido, Ethan y especialmente conocerte a ti, Ylva.Ylva, que había mantenido una postura firme, dejó escapar una ligera risa irónica, cruzándose de brazos.—Al parecer, todos estaban esperando por mí, y yo ni enterada —comentó, con un tono de incredulidad evidente.Ignis inclinó levemente la cabeza, observándola con un matiz de paciencia y sabiduría.—El despertar de tu lobo es algo que se ha esperado por décadas —afirmó con serenidad—. Incluso mi olfato de dragón puede oler la sangre de realeza en
Ethan y Ylva caminaban por los pasillos del castillo, sus pasos resonando suavemente en el suelo de mármol oscuro. El vestido azul oscuro de ella caía con elegancia sobre su figura, su tela ligera moviéndose con cada paso, dándole una sensación de frescura que agradecía, aunque en un principio lo había considerado caluroso. Por su parte, él vestía un pantalón jeans y una camisa que hacía juego con el vestido de Ylva, un detalle que, aunque sencillo, creaba una armonía entre ambos.El joven que los guiaba los condujo con discreción, sin entablar conversación, pero con una actitud educada. Los pasillos estaban iluminados con destellos dorados provenientes de los cristales mágicos incrustados en las paredes, dándole un aire de grandeza al ambiente.Finalmente, llegaron al umbral de una gran puerta, donde el joven los miró brevemente, hizo una ligera inclinación de cabeza en señal de respeto y se retiró sin decir palabra, dejándolos solos frente a la entrada del comedor.Al cruzar el umbr