Los segundos pasaban en completo silencio. Tan solo el silbido del viento era el que reinaba por todo ese oscuro lugar. Aquella euforia placentera de Velkan al haber casi engullido a su contrincante, le estaba pasando una atormentante factura. La conciencia había comenzado a hacer estragos en su mente, aunque realmente Velkan tenía mucho por qué culpar a ese lobo maligno ante sus ojos.
Una parte le decía que hizo bien, pero la mayoría taladraba su mente, diciéndole que era un maldito asesino. Antes de llegar a ese lugar infernal, él siempre había estado en pro de la vida y en contra de la violencia y ahora… se convirtió en lo que tanto detestaba.
Aquel joven viajero, que ahora era un casi lobo, yacía acuclillado frente a los restos de Bardou, aquel lobo feroz y siniestro que acababa de devorar trozo a trozo y que quería convencerlo de algo, más no había podido porque simplemente ya no quiso escucharlo. Prácticamente solo dejó algunos de sus huesos, y mucho de su pelaje negro regados