Ese matrimonio había sido muy esperado y especial.
Lo era para los novios, que se miraban con los ojos brillantes de amor. Y para los pocos presentes que oficiaban de testigos ese día soleado en Laguna Beach.
La novia lucía un sencillo vestido blanco de muselina y breteles, y su cabello decorado con unas flores, lo llevaba por debajo de los hombros. El novio llevaba un pantalón de lino color arena, arremangado y una camisa blanca abierta en el cuello. Ambos estaban descalzos y tomados de las manos bajo un pequeño arco de flores tropicales mientras un juez de paz los casaba.
—¿Eres feliz? —susurró Niko de costado, mirándola.
Ella lo vio a su vez y sonrió. Apoyó una mano en su abultado vientre de ocho meses de embarazo y él entrelazó su mano por arriba. Sus anillos de boda destellaron al sol. Eran clásicos cintillos el oro blanco.
Kayla suspiró y volvió su mirada al frente.
Sasha levantaba la pequeña cajita con los anillos a toda costa, mientras Sean sonreía. Ya le habían dicho que aún