Capítulo 40

—¿Kat? Sasha cruzó el umbral de la casa sin esperar invitación. Llevaba días sin verla, y cuando Ekaterina no contestó los últimos dos mensajes de voz, la preocupación se le instaló como una espina en la garganta. Cerró la puerta con suavidad y miró alrededor del living ordenado, pero con una taza de café abandonada sobre la mesa y una manta mal doblada en el sillón. —¿Ekaterina? El sonido de unos pasos descalzos llegó desde el pasillo, y allí apareció su hermana, con el pelo recogido en un moño desprolijo y una bata de seda negra que no ocultaba del todo la piel erizada de su cuello. Se detuvo al verla, como si la presencia de Sasha en su casa fuera algo inesperado, invasivo. —¿Qué hacés aquí? —preguntó, sin disimular el fastidio. —¿Qué hago aquí? —repitió Sasha, con una sonrisa tensa—. Vengo a verte, Ekaterina. No sabemos nada de ti hace semanas. Nat pregunta por su tía cada dos días. ¿Te parece normal desaparecer así? —He estado ocupada —respondió con una evasiva, caminando hacia l
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