POV Elena
El día avanzó con una lentitud casi cruel, como si el tiempo se hubiera propuesto obligarme a habitar cada segundo de incomodidad sin ofrecerme tregua. Llegué temprano al museo, más temprano de lo habitual, con la firme intención de perderme entre documentos, idiomas muertos y códigos antiguos. El trabajo era lo único que aún me permitía una forma de control. Mientras traducía, mientras descifraba, el mundo exterior se difuminaba un poco. Y eso era exactamente lo que necesitaba.
Organicé mi escritorio con una precisión casi obsesiva. Abrí carpetas, acomodé notas, marqué plazos. Tenía claro un objetivo: terminar cuanto antes. Cada línea traducida era un paso más cerca de una salida que aún no sabía cómo formular, pero que ya sentía necesaria. Berlín, el museo, Carlos, Isabella, Thomas… todo eso se había convertido en un campo minado emocional.
No habían pasado ni dos horas cuando la puerta de mi oficina se abrió sin previo aviso. Carlos.
Levanté la vista solo un segundo