Dos semanas después.
Cómo cada día Arturo pasó a visitar a Ximena, la situación en la planta de las empresas de Romeo fue grave y no había conseguido regresar a casa, al menos Arturo venía a ver a Ximena a petición de sus abuelos.
—¿Vendrá pronto? —le pregunté al servirle una taza de café en el comedor mientras veíamos a los niños hacer sus deberes en el patio exterior.
—No, hay muchas reuniones con la gobernación a las que debe asistir, fue responsabilidad de la empresa la fuga de gas y pues es una situación complicada.
—Debiste estar con él —comenté pensando que estaba solo y que debía tener días difíciles.
Arturo asintió y suspiró.
—Yo también lo creo, pero los abuelos de Xime se han puesto muy pesados de que está sola, les expliqué que está Valentina, Ana y tú, pero se han puesto intransigentes.
Bajé la cabeza, sabía la razón de su desconfianza.
—Es por mí, Arturo, no están felices de que yo esté aquí, y lo entiendo, soy una extraña, ellos no me conocen, es natural que se preocupe