La vista de la ciudad desde las alturas me tenía hipnotizada, froté mis manos y sonreí emocionada al señor Romeo, bebí otra copa de champán y sentí como las burbujas hacían estragos en mi boca.
—¿Te gusta? —preguntó.
—Sí, supongo que sí —grité, él se echó a reír.
Nunca habría podido tener una vista así de la ciudad.
El aparato aterrizó en la azotea de un lujo restaurante de la ciudad que funcionaba junto a un enorme castillo, miré mi ropa y esperé lucir lo suficientemente bien, pensé que seríamos solo él y yo.
Debió notar mi mirada preocupada.
—No te preocupes, he manado a cerrar un lugar solo para nosotros, pensé que podrías tener un poco de ansiedad, sé que no estás acostumbrada a esto.
—No, la verdad no.
Me sentí aliviada, y caminé junto a él, me tomó de la mano y quedé a punto de desmayarme, era también la primera vez que me tomaban de la mano.
Entramos al lugar que estaba iluminado, sacó una silla para mí, me senté y esperé a que él lo hiciera.
Me eché a reír.
—Ya estás muy bien.