Silencio

Rojas no era fan de la quinoa, pero Isabela suele prepararlo muy bueno, sabrosísimo, como si fuese poco su salmón siempre era perfecto, entendía cómo y por qué se había enamorado Sergio de ella.

—Rojas puedes hablar y comer.

—No. Sergio, eso es de mala educación —responde e Isabela se ríe mientras le sirve una copa de vino.

—Sergio, el que tiene que hablar, eres tú, quieres volver a ser presidente sí o no.

—Sí, laboralmente, no familiarmente. O sea cuantos entrenamientos de Isaac…

—Sergi, esa la vida de Isaac e Isadora, ellos son los que tienen que ir a bailar y a jugar, y es guay que quieras, pero esta es tu vida.

—Mis hijos son mi responsabilidad, y hasta el momento mi esposa lleva el 90 % de la responsabilidad y yo un 10 %.

—Eso tiene que cambiar un poco y yo lo veo desde un punto 60-40, lo das todo cuando están en casa, haces todos los proyectos y tareas y juegas al futbol y aprendes ballet con tu hija. Sergio, eres un buen papá y un esposo sexi —Le asegura isabela. —Puedes
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