Capítulo 5 El nuevo amo de casa

Termino de empacar mi última entrega del día. El tiempo no me rinde y si no encuentro de inmediato a la persona que va a ayudarme, me atrasaré con el trabajo y eso, puede ser judicial para mi negocio.

―¿Te enteraste del nuevo chisme que se hizo viral en las redes?

Ahora estoy tan preocupada que no le presto ninguna atención a mi amiga, pero le respondo de modo automático.

―No he tenido tiempo de navegar en la internet.

Y es cierto. Tengo la cabeza metida de lleno en mi trabajo y en todas las preocupaciones que me aquejan.

―Un millonetis fue atrapado en medio de una orgía, ¿quieres ver el video? ―acerca su móvil, pero ni siquiera me molesto en mirar―. No seas tan mojigata, Goldie, es solo sexo ―vuelve a centrar su atención en el aparato―. Este sujeto es todo un campeón ―suelta un jadeo de asombro y se tapa la boca―. Te juro que estoy por creer que este tipo es un descendiente de Goro ―la miro confusa. ¿De qué está hablando?―. El personaje de Mortal Kombat ―aclara, al ver que no comprendo nada de lo que está diciendo―, el de los cuatro brazos ―sus mejillas se tornan color rojo vergüenza―. Solo que, a él ―apunta con su dedo hacia la pantalla del teléfono―, no lo recompensaron con brazos, sino con otra cosa ―ruedo los ojos―. Es la única explicación lógica que encuentro para entender que un hecho como ese sea posible. ¿No lo crees?

 Ese tipo de cosas solo me producen nauseas.

―No, Ángela―niego con la cabeza―. Tengo que hacer una entrega y ya voy con demora.

Cuelgo la cartera en mi hombro y cojo el empaque con las tarjetas de invitación.

―¡Ups!, lo siento, pero acaban de desaparecer el video ―me indica con un puchero de decepción―, quien lo hizo debe tener mucha influencia para hacer algo como eso ―bufa resignada al dejar el teléfono sobre la mesa―. Lamento que te lo hayas perdido, pero, la verdad, es que ese tipo sí que era una máquina sexual. ¡Son demasiados agujeros al mismo tiempo!

Abro los ojos como platos ante aquella afirmación.

―Eso es asqueroso, Ángela ―le digo con cara de asco―. No le veo nada agradable ver a un sujeto haciendo… ―ni siquiera me atrevo a mencionar la palabra―, haciendo esas cochinadas con tantas mujeres al mismo tiempo ―le expreso abochornada―. ¿Te puedes imaginar lo que deben estar pensando todas las personas que han visto a ese hombre dando semejante espectáculo?

Mueve sus cejas de manera sugerente al mismo tiempo en que enseña toda su dentadura.

 ―¿Satisfacción garantizada?

Ruedo los ojos con enfado. Con ella no se puede hablar nada en serio.

―Quedas encargada de la tienda ―me acerco a mi amiga y le doy un beso en la mejilla―, regresaré tan pronto haga la entrega y pase por el supermercado. Ya no quedan vegetales.

Me dirijo hacia la puerta, pero la escucho gritar antes de salir del local.

―Tendrás que darle de comer tarde o temprano a tu animalito peludo o morirá de inanición ―cierro los ojos al escuchar tal desparpajo, sobre todo, con tanta gente alrededor―. Tienes veinticinco años, Goldie, y los conventos ya estás llenos con demasiadas almas puritanas.

Ahogo un grito de vergüenza y me alejo tan rápido como puedo. El tema de mi virginidad, está fuera de toda discusión.

***

―Están hermosas, Goldie ―me dice mi clienta al sacar sus invitaciones de matrimonio de la caja―. Quedaron mucho mejor de lo que esperaba ―niega con la cabeza―. Nunca tuve dudas de que eras la persona indicada para hacer esto. No sé cómo agradecerte.

Un par de lágrimas bajan por su rostro debido a la emoción.

―Entrego lo mejor de mí en cada trabajo que elaboro ―le digo satisfecha con su reacción―. Tu sonrisa y esa emoción que se dibuja ahora mismo en tu rostro, es el mejor agradecimiento que puedo recibir de tu parte.

Me despido de ella y abandono su casa. Me pongo el casco y subo a mi Vespa GTS, pero antes de encenderla, llega una notificación a mi buzón de mensajes. Saco el móvil de mi bolso y lo leo de inmediato.

Cliente Natalia Grossman: Esta es una manera de agradecerte por el excelente trabajo que has hecho.

Suelto un jadeo al ver el archivo adjunto. Me acaba de hacer un depósito con la suma adeudada, más un monto adicional que me deja estupefacta. Esta vez soy yo, la que llora como una tonta emocionada. Cada centavo que llega es un paso más para lograr todos mis sueños.

Subo a la moto y parto hacia el supermercado. Solo me toma quince minutos escoger todo lo que necesito. Empujo mi carrito de compras, me acerco a la caja y pongo todos los productos sobre el mostrador.

―Buenas tardes.

Me dice la chica de la caja. Le devuelvo la sonrisa y espero a que facture mi compra. Una vez que lo hace, le entrego la tarjeta de débito para que deduzca el monto que se refleja en la pantalla. Unos minutos después, estoy preparada para irme a casa.

―Gracias, eres muy amable.

Le expreso a la joven cajera al devolverme la tarjeta. La guardo en mi cartera y recojo la bolsa con mis compras. Salgo del súper con una enorme sonrisa dibujada en la cara.

―El día resultó ser toda una bendición ―me digo a mí misma―, me fue mucho mejor de lo que esperaba.

Coloco la bolsa en la cesta de mi moto y me preparo para subir a ella, pero el teléfono vuelve a sonar. Lo saco de mi cartera y contesto sin identificar la llamada.

―Buenos días, señorita Moore, mi nombre es Denzel y estoy llamando por su oferta de servicios ―¿un hombre? Un súbito cosquilleo recorre mi cuerpo al escuchar su tono de voz―. ¿Todavía está disponible?

Esto es bastante extraño, tanto, que me quedo muda.

―Eh, sí ―respondo cuando logro conectar mi cerebro con la lengua―, he entrevistado a varias personas, pero no hemos llegado a ningún acuerdo ―hasta ahora había conversado con una docena de chicas que parecían interesadas, pero ninguna de ellas estaba dispuesta a vivir conmigo. Así que se lo aclaro, a pesar de que no me siento cómoda con que sea un hombre el que esté llamándome para el trabajo―. Necesito que la persona que acepte mi oferta se quede a vivir conmigo, de otra forma, no me sirve.

Por un segundo creo que no lo va a aceptar, puesto que se ha quedado callado, pero me sorprendo al escuchar su respuesta.

―Perfecto, estoy de acuerdo, deme su dirección y estaré allí lo más pronto que pueda ―me quedo sin habla y elevo las cejas con sorpresa―. Prepare mi habitación, porque a partir de este momento, seré su nuevo amo de casa.

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