Helena no supo cuánto tiempo estuvo abrazando con fuerza sus rodillas y escondiendo su rostro entre ellas.
No quería aceptarlo, no quería creer que todo ese tiempo Sebastián la había estado endulzando con sus hermosas palabras para conseguir acostarse con ella.
-Maldito- murmuró con la voz quebrada
“Todo esto es tu culpa por volver a confiar en la palabra de un hombre” Le dijo la voz cruel de su mente.
Tenía razón, se había prometido dejar a los hombres de lado y concentrarse en lo que verdaderamente le importaba, su hermano, el único hombre que valía la pena.
-Oh por Dios, Luquitas-
Helena recordó que le había presentado su hermanito a Sebastián y hasta él había creído ver en el CEO amor verdadero.
-Maldito manipulador- exclamó comenzando a sentir que un enojo le nacía desde dentro, justo en el mismo momento que el timbre de su casa sonó.
Se levantó de golpe y con paso firme caminó hasta la puerta, abriéndola con fuerza.
-¡Vete de aquí no quiero verte más!- gritó decidida a n