Capítulo 4. Reencuentro con el donador

Emily

El hombre se queda congelado en su sitio, titubeando.

—¿Qué? No, no, no. Soy August, uno de los mejores amigos de tu padre y su asistente— responde con nerviosismo.

La rabia que estaba a punto de explotar contra el pobre hombre se disipa un poco, aunque mi corazón sigue agitado.

Él no es el maldito donador que nos abandonó.

El sujeto parece sentir mi hostilidad, porque desvía su mirada de mi rostro y dirige su atención a mis maletas.

—¡Oh! ¿Viniste directo del aeropuerto? Es verdad, el abogado nos avisó— comienza a hablar rápidamente por los nervios. — Dame eso, lo dejaremos por aquí en lo que te reúnes con tu padre, después las llevaremos a casa…

El desconocido se lleva mis maletas con la recepcionista que es toda sonrisas y amor hacia él… y después subimos por el elevador exclusivo.

—Mi nombre es August— dice después de un tiempo. Asiento como respuesta.

Los nervios hacen que mi mente vuele… Él hombre a mi lado dijo que era asistente de mi padre, así que supongo que es algún ejecutivo de esta empresa… mis pensamientos se ven interrumpidos por culpa de August, quien ahora me observa con curiosidad.

—Eres igual a ella, pero tienes los ojos de tu padre.

—¿Conoció a mi madre? — le pregunto de vuelta con sorpresa.

—¡Claro! En el último viaje a Nueva York. Eres igual a ella…— me sonríe con calidez, mientras que su mirada está llena de nostalgia, transformándose en tristeza.

Me giro para no verlo y que sus emociones no influyan en mi decisión de odiar a todo lo que tenga que ver con mi padre y esos recuerdos del pasado, cuando la dejó sola y embarazada de mí. Además, no quiero que nada detenga mis ganas de entrar en esa oficina para incendiarlo todo.

Al salir del elevador, August me detiene.

—No tengo el derecho de pedirte nada, Emily. No sé nada de tu pasado ni lo que Mary sufrió todos estos años… Pero no puedo evitar hacerlo— Sus manos temblorosas toman las mías. —Emily, dale una oportunidad a tu padre, escúchalo… siempre hay más detrás de cada historia.

Retiro mis manos con rapidez.

—Emily, no invalido tu dolor, pero Phillip también sufrió…

—¿Cuál es la oficina? — lo interrumpo, sin querer saber más de la supuesta tristeza del desgraciado de mi padre biológico.

August me observa con tristeza, asiente al darse cuenta de que no tomaré en cuenta sus palabras, y en silencio me lleva a una gran puerta de madera. No parece ser una simple oficina. Él abre sin tocar y vuelvo a ponerme mucho más nerviosa.

Entonces, lo veo.

Ahí está.

Mi padre… Phillip Branson.

Sí, no hay duda de que él es mi maldito padre.

Sus ojos color verde, como los míos, se encuentran con mi mirada sorprendida. Él tiene la misma expresión que yo.

No podemos dejar de vernos fijamente por varios minutos, como si no pudiéramos creer que estuviéramos frente a frente, como si no pudiéramos creer que existimos…

Su mirada se transforma, ahora está llena de tristeza, dolor, arrepentimiento y de anhelo. Mi mirada… no sabría decirlo.

Soy un cumulo de emociones, un cóctel de tantas cosas, que seguramente, estoy

—¡Papá! — alguien grita detrás de mí y una figura borrosa pasa por mi lado llevándose la atención de mi padre.

La figura se hace más nítida cuando la veo arrojarse a sus brazos.

—¡Papá! ¿Me extrañaste? — dice la chica de cabello castaño que parece un koala sobre él.

Entonces… la sorpresa y ese pequeño anhelo que tenía de ver a mi padre, ese que guarde en lo más profundo de mi corazón desde que era una niña, se desvanece dolorosamente.

Sí.

Ese anhelo por él, se vuelve odio.

En verdad que la realidad es una maldita bruja.

Mis manos se aprietan en puños y mi respiración se acelera por unos cuantos segundos, antes de volver a la normalidad.

Él sigue viéndome fijamente, ahora con pánico, mientras que la chica le sonríe. Debería decir que su hija le sonríe.

Él tiene otra familia, tuvo otra hija…, pienso con rabia.

Y como si no fuera suficiente, una risa grave resuena en la habitación.

—Ya no eres una niña, Mia. Deja en paz a papá— el desconocido la reprende con dulzura.

No puedo evitar girar mi rostro hacia él. Es un hombre joven… pero puede que sea un poco mayor, y esa idea me retuerce el estómago. Él engañó a mi madre…

—¡Hermano! Aunque no sea un niña soy la más pequeña de la familia, y la consentida, puedo comportarme como quiera, ¿verdad, papá? ¿Te gustó la sorpresa? — dice emocionada.

Ellos parecen tan felices, si fuera en otro momento, esa felicidad familiar me haría sonreír, pero ahora, solamente quiero desaparecer de este lugar. Aunque a los ojos de casi todos los presentes yo no existo. Solo él, Phillip, sigue mirándome con culpa y arrepentimiento.

El chico se acerca un poco más y es cuando me nota. Su mirada va directo hacia mi rostro, viéndome con curiosidad y sorpresa por mi mirada.

Ahora puedo sentir que mis ojos están transmitiendo todo lo que siento. Odio.

—Sí, es una gran sorpresa, niños. Pero ahora estoy ocupado, por favor, espérenme un momento en la sala de al lado…

—¿Por qué? — pregunta la chica.

Y estoy igual de curiosa por su respuesta.

¿Cuánto sufriste, mamá?

¿Quiere que se vayan para que no sepan de mí? ¿Quiere esconder su sucio secreto? O el cobarde, de repente, se convertirá en alguien valiente y les dirá a sus hijos quién soy.

Me cruzo de brazos, sonriendo con burla hacia él. Apuesto por la primera opción, pero sigo esperando su respuesta.

—Tengo una reunión importante. No tardaré e iremos a comer…— dice nervioso, viendo con suplica a su niñita mimada.

—¡Papá! Acabo de llegar de un viaje importante y tú quieres mandarme lejos. ¿No me extrañaste? ¿No extrañaste a tu hija querida? — su tono mimado me da náuseas. Si pudiera le daba un buen golpe en la cabeza para que deje de comportarse y expresarse como una tonta.

—Mia, por favor. Tengo una reunión importante ahora. No tardaré…— le pide de nuevo, ahora con cierto pánico.

No puedo reprimir mi risa fría por más tiempo. Todas las miradas van hacia mí al escucharme.

Claro, no va a tardar mucho. Él piensa echarme de su vida para no alterar su mundo familiar perfecto… Me sacará a patadas para poder estar con su querida hija, con su hijo, con la esposa que no abandonó.

—Sí, no tardaremos mucho, ¿cierto… padre? — digo con todo el sarcasmo y odio que tenía acumulado, mientras mi mirada lo atraviesa.

Leticia Sánchez

¡Comenzamos con las actualizaciones de esta historia! Muchas gracias a todas, queridas lectoras. Espero leer sus comentarios de apoyo y consejos para seguir creciendo como escritora. Pueden seguirme en r e d e s como Lety San

| 6
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP