Capítulo 3. Sexy desconocido

Dos semanas después.

Emily

—¡Vamos! Ese es tu vuelo, pequeña Emily. Buen viaje— dice el tío Frank, abrazándome con fuerza.

—Gracias, tío— lo abrazo de vuelta, sintiendo el nudo en mi garganta. No quería irme, pero esa promesa hecha a mi madre antes de morir pesa como una roca en mi corazón.

—Recuerda, si esos ingleses alzados te tratan mal, regresa con nosotros. Lily y yo te cuidaremos, serás nuestra pequeña hija— dice con ternura.

—Lo sé, lo sé.

—No olvides el testamento. Si en cinco meses no te sientes cómoda, ella te protegerá. Ya lo sabes.

Asiento, aun entre sus brazos.

Mi madre me había dado grandes sorpresas en estos días. Una sorpresa tras otra.

Después de otro abrazo más, tomo mi maleta para tomar mi vuelo a Londres, Inglaterra. Directo a la boca del lobo… al infierno o cualquier lugar tétrico que puede compararse con la casa de mi padre biológico.

Ni siquiera lo busqué en internet. Todo lo haría al llegar. No quería estropear mi poco buen humor con información de un desgraciado.

—Disculpa, pero ese es mi asiento— dice una voz grave y sensual. No puedo evitar girar mi rostro con sorpresa hacia el dueño de esa voz.

El desconocido me observa con diversión cuando tardo varios segundos en entender lo que me ha pedido. Y es que estoy perdida en… él.

Es alto, muy alto. Sus ojos azules brillan con picardía y curiosidad… tiene una ligera barba y… Diosas, su mandíbula cuadrada… quisiera pasar mis manos por ella. En sí, por todo su rostro.

Su risa grave hace que mi mirada vuelva a él, porque ya estaba vagando por otros lugares.

—Puedes quedarte con el lugar. Después de mirarme de esa manera… es imposible no ceder a tus deseos— dice con una sonrisa divertida que hace que aparezcan un par de lindos hoyuelos y el chico desconocido se sonroja bajo mi intensa mirada.

Vuelve a reír y es cuando caigo en cuenta del desastre que estoy haciendo.

—Lo siento, lo siento— digo con rapidez. Levantándome de mi lugar.

—Tranquila, puedes quedarte con el lugar. Dormiré todo el viaje, así que tú puedes disfrutar de la vista— me da una mirada rápida y luego, sube su maleta para guardarla, dejándome ver su figura muy bien trabajada.

—Gracias y lo siento— digo con timidez, con mi rostro totalmente rojo.

El chico se acomoda a mi lado. Nuestros brazos casi se tocan y una leve electricidad pasa entre nosotros. Ambos nos observamos con sorpresa y sonreímos al mismo tiempo.

—Será un viaje largo— digo con torpeza, cuando ambos volvemos a revolvernos en nuestro asiento.

—Sí, pero creo que será muy interesante— su mirada intensa recorre cada milímetro de mi rostro, haciendo que mi corazón lata con rapidez.

El avión comienza a moverse y mis nervios aumentan. Este viaje cambiaría mi vida y no sé si estoy preparada para ello.

—¿Vacaciones? — pregunta el desconocido.

Me giro para verlo con confusión.

El chico toma mi mano, que está agarrando fuertemente el reposabrazos.

—¿Placer o trabajo? — vuelve a preguntarme.

—Ninguna de las dos— digo con voz temblorosa.

—¿Estudios?

—No.

—Vaya. Ahora estoy intrigado, ¿a qué se debe su visita mi lady? — toma mi mano con ambas manos justo en el instante en el que el avión despega, haciéndome temblar.

No sé si estoy temblando por su toque y esa electricidad que aumenta a cada segundo y más con su pulgar frotando el dorso de mi mano, o por mis malditos nervios de este viaje. Mi primer viaje lejos de casa y por un motivo en particular:

—Venganza— digo en voz baja, viendo directamente sus ojos azules, perdiéndome en ellos.

Su sorpresa es evidente, pero la sonrisa divertida no se pierde.

—Sí, sin duda es ese es gran motivo— vuelve a reír, haciéndome vibrar. Es extraño. —Sabes, puedo ayudarte con ello. Me encantan las venganzas, incluso puedo ser tu aliado… Mira, ya estamos volando— señala hacia la pequeña ventana.

Siento que me suelta poco a poco y me siento perdida y sola, como cuando subí al maldito avión. ¿Quién iba a pensar que me gustaría el toque de este desconocido sexy? Y que además logre hacerme olvidar de todo.

—Yo también quiero vengarme, ¿sabes? — sus palabras me descolocan. —Pero mejor te daré consejos para sobrevivir en Londres— dice con diversión.

Las ocho horas de vuelo se pasan en una plática divertida con el chico del sexy acento inglés. Su calidez fue reconfortante. Parecía que éramos amigos de toda la vida, bromeando y riendo. Incluso entre susurros durante la noche.

—Es hermoso— dice con una mirada intensa hacia mí, pero señala la ventanilla entreabierta, en donde el sol comienza a aparecer. La vista es realmente hermosa, inspiradora. —Es perfecto— su voz se vuelve a escuchar, mucho más ronca y definitivamente, más sensual.

Giro mi rostro y lo encuentro mirándome directamente.

—Estamos por aterrizar y me gustaría saber el nombre de la chica vengativa que me ha dado las horas más divertidas de mi vida, incluso después de un fastidioso viaje de trabajo— sonríe con diversión.

—También me he divertido. Soy Emily, Emily Turner— extiendo mi mano hacia él. El desconocido toma mi mano de nuevo.

—Ethan, solo Ethan. Ha sido un gusto conocerte, Emily Turner. Espero tener el placer de verte de nuevo.

Le sonrió como tonta.

Los siguientes minutos se vuelven tensos, entre el descenso del avión y mis ganas de pedirle su número. Muerdo mi labio con ansiedad, todo por la maldita desconfianza que hay en mí.

Ni siquiera lo conozco y quiero verlo de nuevo.

Simplemente se su nombre, que odia el té, ama la lluvia, ama a su padre y hermana, extraña a su madre fallecida… un punto que nos hizo hablar de momentos agradables de nuestra infancia y de las mujeres más importantes de nuestra vida.

—Sabes…— comienzo a hablar en voz baja. —Me alegró hablar contigo de mi madre. Pude recordarla de otra manera— digo con sinceridad.

Ethan me observa con ternura.

—Pienso lo mismo. No tenía tantos recuerdos sobre mi madre. Escuchar tu devoción por tu mamá, me hizo recordarla. Gracias— la sinceridad y esa pizca de felicidad en su mirada me descoloca. Al mismo tiempo me siento bien, como si hubiera logrado algo extraordinario.

Ambos nos observamos por largo tiempo, como tratando de entender por qué una simple charla en un avión entre desconocidos fue tan significativa.

Ni siquiera me doy cuenta de que ya aterrizamos, cuando el chico desconocido… no, Ethan, toma mi mano.  Observo a mi alrededor que muchos de los pasajeros ya están listos para desembarcar.

—Espero verte de nuevo, mi lady— Antes de que pueda articular una respuesta, Ethan se acerca a mí y me da un beso, uno tierno que hace que libere mi labio de mis dientes ansiosos.

Sin pensarlo le devuelvo el beso y la intensidad se termina de un momento a otro, cuando vuelven a mencionar que tenemos que desembarcar por los altavoces.

Ethan se aleja de mí y se levanta para bajar nuestras maletas.

Ambos caminamos en silencio hacia el área en donde entregan las maletas y ese es el maldito lugar en donde lo pierdo de vista.

De un momento a otro, ya no está y esa sensación de soledad, de desazón, reaparece.

—Bien, Emily. Fuiste tan tonta como para no pedir su número.

Salgo del aeropuerto con el estómago echo un nudo. Ahora iré a la oficina del donador de espermatozoides. Sí, del padre ausente.

Yo quería descansar, pero Frank había decidido que fuera directamente a ver a ese sujeto. No sé por qué, pero mi tío estaba ansioso porque nos conociéramos.

Al darle la dirección al taxista, él me ve con sorpresa, pero aun así avanza, perdiéndose entre el tráfico de las calles. Para mi fortuna, es un día soleado.

—Hemos llegado— dice el taxista. — Observo hacia afuera y me encuentro con un edificio majestuoso, cerca del puente de Londres. Algo llamado The Shard. Al menos, eso fue lo que dijo el tío Frank.

—¿Aquí trabaja mi padre? ¿Qué no podía esperarlo en su casa o algo así? ¿Para qué venir aquí? — pregunto confundida mientras me dirijo, con todo y maletas, a la recepción.

Aún no he llegado al mostrador, cuando un hombre algo mayor se acerca a mí con una expresión de alegría que me deja sorprendida.

—¡Emily! ¡Eres igual a tu madre! — Sus ojos se hacen pequeños por su supuesta felicidad.

—¿Papá?

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