Emily
Lanzo mi pregunta sin importarme las consecuencias.
Si él no tiene el valor de reconocerme y pretende esconderme y desecharme. Está equivocado. Soy una Turner y no dejaré que nadie me pisotee, ni siquiera él.
No tengo nada de que avergonzarme. Él es quien tiene que esconderse como la basura que es.
Todos me observan con sorpresa y el joven con algo más, algo que no logro identificar.
—¿Qué dijiste, loca? — pregunta la chica, ahora lejos de su padre.
—Mia— Philip la toma del brazo cuando ve que la chica da un paso más hacia mí.
Puedo notar que él da un largo suspiro, cierra los ojos y luego, los abre con determinación.
Mi curiosidad y mis ganas de vengarme de él aumentan.
—Jim, lleva a Mia a la sala de descanso, iré en un momento.
—¡No me voy a ir! ¿Qué dijo esa loca? ¿Tu hija? Tú no tienes más hijos, jamás engañarías a mamá— dice entre lágrimas. —Es una maldita loca, mentirosa. ¡Lárgate!
Ruedo los ojos con fastidio. Parece que me he topado con una reina del drama.
—¡Eres una loca que está detrás de nuestro dinero! ¡Seguridad! — grita a todo pulmón, pero Philip la toma del brazo y la saca de la oficina, con el chico pisándoles los talones.
Antes de que desaparezca por completo por la puerta, el chico me da una pequeña sonrisa, dejándome más que confundida.
¿Por qué me sonríe? ¿Está loco?
—Espera aquí un momento, Emily— me pide August, quien sale de la oficina con rapidez.
Suelto un largo suspiro, intentando sacar toda la tensión del momento.
Ya no hay dudas de que debo vengarme y tratar mal al bastardo. No se merece mi consideración.
Camino por toda la oficina, viendo cada detalle, hasta llegar al librero de caoba, que está lleno de fotografías de la familia feliz. Ahí está, Philip Branson sonriendo mientras carga a una bebé… cargando al chico, jugando con él… abrazándolos.
Una mujer elegante de cabello oscuro está siempre en las fotos, viéndolos con amor.
—Una familia feliz— digo con desdén.
Para torturarme un poco más, observo cada foto. No puedo evitar que mis ojos me piquen por las lágrimas de enojo que quieren escapar de mí.
—Mientras él era feliz, nosotras estábamos sufriendo, mamá. ¿Para qué me hiciste venir? — digo con dolor, pensando en mi pobre madre. —Te rompería el corazón de nuevo, mamá. Él no nos merecía.
Dejo la última foto en su lugar y algo dentro de mí se vuelve a retorcer.
Ya no me queda nada en Estados Unidos. Sin mi madre, no me queda nada allá.
Frank tiene a su propia familia, y aunque me quieren como si fuera parte de su familia, yo sé que solo soy una extraña más… así que volver con ellos no es opción.
No tengo un hogar al cuál volver, ni una familia con quien refugiarme.
Mis dedos trazan otra de las fotografías…
Después de vengarme, después de destruirlo, ¿qué me quedaría?
Me quedo en silencio por tanto tiempo, que no sé cuánto ha pasado realmente, al estar pensando en las posibles respuestas… llegando a una conclusión: nada. No habría más que un leve instante de satisfacción y ya.
—Pero aun así, no tengo nada que perder— con el peso de esa realidad, me doy la vuelta, dispuesta a irme para repensar en qué hacer a continuación y en cómo sobrevivir en un nuevo país.
Pensaré en qué hacer con este desgraciado, si es que me corre de aquí. No lo dejaré ir tan fácilmente.
***
Philip
Emily… mi hija estaba frente a mí.
Después de tantos años, después de soñarla, de esperar con ansias que fuera verdad que existía… y después de anhelar que sí viniera a mí, ahora que sé de ella… se vuelve realidad y no sé cómo reaccionar.
Soy un idiota congelado en mi lugar, sin saber cómo decirle todo lo que había preparado o cómo acercarme a ella para abrazarla.
Cuando por fin iba a reaccionar, mi mundo se derrumba. Mis hijos entran a la oficina…
Tenía pensado hablar con ellos, pero ese viaje de Mia me hizo detenerme de hacerlo. Quería que ella fuera feliz por unos cuantos días más, antes de tirar esta bomba.
—¡Papá! Deja de darme la espalda y dime qué lo que estoy pensando es mentira. Esa loca mentirosa solo te está molestando, ¿verdad? — me dice entre lágrimas.
—Mia, no le digas así— responde mi hijo, mi siempre leal y maduro hijo.
—¡¿Por qué?! No la defiendas, yo soy tu hermana— me giro y la veo lista para empujarlo y golpearlo.
—¡Ya basta, Mia! — levanto la voz, cansado, con pánico, con tanto dolor guardado por tantos años.
—¡Papá! — dice mirándome con dolor.
—Mia, Jim, quería hablar de esto con ustedes desde hace unos días— suspiro, me acerco a ellos.
Los observo detenidamente.
Mis niños han crecido. Aunque Mia siga actuando como mi niñita mimada, ya es mayor de edad y mi hijo, mi muchacho, ya tiene veintisiete años.
Son mi luz en esta vida y ahora, esa luz brilla aún más con ella.
Mi hija, la hija que tuve con mi gran amor ha regresado a mí.
—Mia, Jim, esa chica… Ella… Emily es también mi hija.
Ambos se quedan en silencio. Mia me observa con dolor e incredulidad, y Jim con calma.
Mia suelta un grito y sale corriendo, antes de que yo haga lo mismo, Jim se acerca a mí.
—Yo hablaré con ella. Ve con mi hermana, con Emily— las palabras de mi hijo me hacen detenerme y casi soltar un sollozo. Él no espera mi respuesta, simplemente sale corriendo de la habitación.
Sigo en mi sitio, aturdido por la reacción de Jim, es como si él supiera de Emily desde hace mucho… como si estuviera esperando este momento, pero ¿cómo?.
Decido dejar eso de lado para ir búsqueda de Emily, camino lo más rápido que puedo, hasta encontrarla frente a mí… ella está saliendo de mi oficina con una expresión de derrota y sufrimiento.
—Emily…— ella levanta su rostro y su mirada me destroza el corazón. —No te vayas, no ahora que estás de vuelta conmigo, hija— le pido con la voz temblorosa.
Puedo ver su renuencia, incluso para verme, parece que soy un maldito desastre de hombre y padre.
—Te debo tantas explicaciones, Emily. Les debo tanto a tu mamá y a ti, por favor. No te vayas.
—Tus hijos…— comienza a decir con frialdad, parece que ya se ha compuesto.
—No te preocupes, ellos entenderán…
—¿Entender qué? ¿Qué mentiras les vas a contar? ¿Les dirás que soy tu hija? ¿Qué engañaste a mi madre y a la suya? ¿Les dirás que eres un desgraciado? — dice muy enojada.
—Les diré la verdad.
Su risa llena de burla resuena por el pasillo.
Mi hija, no solo no confía en mí, tampoco tiene esperanzas de que haga las cosas bien.