Joseph.
Desde que nací estuve rodeado de atención todo el que me conocía halagaba mi apariencia, ¿aunque cómo podía salir feo? Soy hijo de la mujer más hermosa del mundo, mi padre tuvo mucha competencia para poder conquistarla.
Ella dejaba cautivado a todo hombre que la veía, yo funcionó igual, pero con las mujeres, por el lugar que pasaba sabía que todas me miraban, que todas me deseaban, que todas querían salir conmigo.
Todas excepto una. Habían unos ojos verdes que no me miraban, unas bragas que no se mojaba con una sola de mis miradas, un corazón que no se alteraba con mi presencia, había una mujer que no me tomaba en cuenta para nada, una mujer que siempre estaba vestida con ropa negra, era cómo si asistiera a un funeral todos los días. Caminaba por los pasillos cómo una sombra, la gente la veía pasar y hablaban a sus espaldas. Comentarios desagradables y curiosos como:
— ¿Qué le habrá pasado?
— A esa se le perdió el arcoiris.
— Está loca.
— Se siente la octava maravilla del mund