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—Puedes dejarme en la estación de autobuses, ya sabes. En serio, no hace falta que me lleves—. Luché con Clark por llevarme hacia mi lugar de trabajo porque él insistía en llevarme allí.

—¿Quieres callarte y dejar que te lleve? No voy a repetirlo otra vez y es sólo por hoy—. Resopló, irritado por mi terquedad.

En estos momentos estoy sentada dentro del coche con él y apenas han pasado tres minutos desde que salimos de casa.

—Pero Clark, ¡llegarás tarde al trabajo por mi culpa! Me llevarás casi una hora y luego otra hora de vuelta al hospital.

—Ya te he dicho que te calles, Sheyla. Elige, te callas o te dejo aquí en medio del bosque—. Clark me dirigió su mirada de muerte haciendo que me quedara en silencio.

Me burlé y no tuve más remedio que cruzarme de brazos.

—Bien, no me culpes si te metes en problemas en el hospital.

Clark sacudió la cabeza y siguió conduciendo. La verdad es que me sorprendió bastante que lo tuviera todo preparado en cuanto me desperté. Hay montones de desayunos en
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