Subí al auto y en el camino a casa, él comenzó a contarme sobre su trabajo y cómo se estaban dando las cosas tras la fusión. Mientras tanto, yo me perdía en el paisaje que pasaba rápidamente por la ventanilla del auto, absorta en mis propios pensamientos.
— ¿Qué te parece? — me preguntó, pero sin tener idea de lo que había estado hablando, no supe qué responder.
— Suena interesante — dije sin mucho entusiasmo.
Él me miró con una expresión de incomodidad.
— ¿Por qué no estás prestando atención? ¿Soy aburrido ahora?
Aquello me irritó. Hace unos días era yo, quien había intentado hablar del tema y él me había mandado a callar. Y ahora, de pronto quiere conversarlo y esperaba que me mostrara interesada.
— No, Andrey — le contesté tratando de mantener la calma. Sabía que si decía algo inapropiado me esperaba un infierno cuando llegáramos a casa. — Solo estoy agotada y preocupada por algunas cosas del trabajo que ocupan mi mente.
— ¿Estás agotada para escuchar a tu esposo, pero no para ir d