Era evidente que lo que ella llevaba puesto no era un conjunto de pantalones y camisa.
Gabriela sonrió, sus labios formaron una curva suave, mostrando un encanto y seducción ligeros, preguntó: —Sí, ¿lo quieres?
Rodrigo fue tentado por primera vez.
Sus pupilas oscuras gradualmente se iluminaron, llenas de risa y dijo con voz baja y profunda: —Sí.
Gabriela, mirándolo, desabrochó su bata de dormir suavemente, diciendo coquetamente: —Tienes que atraparla, no dejes que caiga al suelo y se ensucie.
Rodrigo no pudo evitar reír.
¿Esta mujer tomó la medicina equivocada hoy?
Dijo: —Está bien, la atraparé.
La seda negra se deslizó del cuerpo de Gabriela, revelando su piel blanca y delicada. Las finas tiras parecían romperse en cualquier momento. El suave satén envolvía su cuerpo delgado y curvilíneo.
Ella sonrió: —¿Lo tiro?
Sosteniendo la ropa, extendió su mano más allá de la barandilla.
¡Solo tenía que soltarla y caería!
Rodrigo levantó la mano.
Gabriela no pudo resistir y, avergonzada, abrazó l