—Ven rápido, el paciente tuvo un paro cardíaco, ¡estoy intentando reanimarlo!
La voz del otro lado era ruidosa y apresurada.
El corazón de Gabriela se hundió, controlando su ansiedad, dijo: —Entendido.
—Cuando vengas, usa la puerta trasera del hospital, temo que los familiares te busquen —dijo el Dr. Ortega, no olvidando dar instrucciones.
Gabriela respondió: —Entendido.
Colgó el teléfono y fingiendo calma dijo: —Ya no montaré a caballo, el Dr. Ortega llamó, dijo que el paciente está mejorando, quiere que vaya a verlo.
No se atrevió a decir la mala noticia, temiendo que Rodrigo no la dejara ir.
Rodrigo la miró fijamente durante unos segundos con una mirada profunda: —¿En serio?
Era obvio que no le creía.
Gabriela sonrió: —Sí, si no me crees, ven conmigo.
Rodrigo se levantó: —Está bien, iré contigo.
Gabriela se quedó sin palabras.
Ella pensó que Rodrigo despreciaría la idea.
Pero inesperadamente...
Bueno, primero al hospital.
—Volvamos a la habitación a ducharnos y cambiarnos.
Gabriela