Al ver a Aurora salir, Alberto corrió hacia ella, abrazándola con desesperación: —¿Te acuerdas de mí? Esa mirada que me diste hoy... pensé que había sido un error, pero no. Afortunadamente, saliste.
Aurora contestó: —La verdad es que no te recuerdo.
Como si le hubieran arrojado un balde de agua fría.
Alberto respondió incrédulo: —Puedes olvidar a cualquiera, ¡pero no a mí!
Sujetó con firmeza los hombros de Aurora, mirándola intensamente sin parpadear.
Aurora, sin apartar la mirada, replicó: —Aunque no te recuerde, sé que has sido bueno conmigo y que me has dicho la verdad. Noté tu emoción al verme y tu enfado hacia Alfredo. Sé que eres una buena persona.
Los ojos de Alberto se llenaron de emoción, a punto de derramar lágrimas.
—No sólo soy una buena persona, soy alguien que te ama y que quiere protegerte.
Tomando la mano de Aurora, suplicó: —Ven conmigo.
Aurora negó con la cabeza: —No puedo irme contigo.
Desesperado, Alberto preguntó: —¿Por qué? ¿Acaso piensas quedarte con Alfredo? ¡Él