Gabriela lo experimentó por primera vez, la sensación de no poder levantarse de la cama con la espalda y las piernas doloridas.
En el pasado, Rodrigo solía tener al menos la delicadeza de ocuparse de sus sentimientos.
¡Esta vez, sólo había desenfreno!
Por un momento pensó que Rodrigo iba a matarla.
Ahora estaba sin energía.
Y el hombre que provocó que ella no pudiera levantarse, de pie frente al espejo del suelo, abotonándose la camisa, vio a Gabriela en el espejo y preguntó, —¿Despierta?—
Gabriela le ignoró con quejas en su corazón.
Se acercó y se puso junto a la cama: —¿No te levantas para la cirugía de hoy?
Gabriela se cubrió la cabeza.
Rodrigo se sentó en el borde de la cama y se quitó la manta: —¿Qué pasa?
Gabriela lo fulminó con la mirada: —Estoy a punto de preguntarte, ¿qué te pasa? Qué he hecho mal dímelo directamente tú.
Rodrigo la miró fijamente durante unos segundos: —¿Cuántos hombres te han gustado?
Gabriela pensó detenidamente: —¿Cómo tengo tiempo para que me gusten los ho