Capítulo 25

Enterraré a mi gata en medio de un bosque al final de Santa Mónica. La llevo dentro de una

caja blanca de cartón junto a una pala que me prestó Patrick y un crayón rosa para escribir

“Ronny, te quiero” en la tapa.

Lo hago mientras lloro.

Estoy en estado de shock. La ira también está presente.

No puedo creer que me despido de mi gatita, la cual le prometí que juntas tendríamos

una casa enorme cuando triunfara como escritora. Todos nuestros sueños hechos añicos,

separadas por un maldito imbécil egoísta.

Un cerdo egoísta al cual quiero bajo tierra, donde pertenece.

El viento otoñal es molesto. Enfría las lágrimas espesas que manchan mis mejillas.

Clavo la pala en la tierra con rencor.

Una mano me la quita antes de clavarla de nuevo.

—Permíteme, Amy —me dice Patrick con cariño.

Le cedo el mango.

Empieza a cavar un pozo lo suficientemente profundo como para enterrar a Ronny, mi

Ronny.

Recuesto mi espalda en uno de los árboles.

—¿Un paro
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