—¿Puedo preguntarte cómo conseguiste la dirección de mi casa? —cuestiona Ada con
un aire tranquilo pero confuso.Entretanto, me sirve un vaso con agua.—Artemisa me la dio —le confieso algo apenada por aparecer de forma tan repentina ensu vivienda—. Mejor dicho, se la exigí.Estamos en su cocina, la cual es amplia, pero no tiene medidas exagerada. Posee unestilo clásico con muebles color crudo. Cuenta con dos piletas, dos hornos, una granheladera y una gran isla central, en la que estamos sentadas sobre las butacas altas.Ada y Max viven en una mansión enorme, tan acogedora como romántica.En la cocina hay grandes ventanales que salen directo al patio trasero. El cieloparcialmente nublado se extiende en él. El anochecer está por caer. Incluso su patio estálleno de hojas secas por el inicio del otoño y su baja temperatura. Con un clima así, megustaría estar metida en mi cama con una taza de café y mirando una película románticapara mimeti