En todo eso pensaba cuando llegué muy de mañana a la clínica. Marqué mi ingreso, me puse mi mandil, me serví un café muy humeante, abrí un paquetito de galletas y empecé a repasar las historias clínica de los pacientes que estaba atendiendo, cuando Brown me llamó desde su casa.
-Me llamaron de la comandancia de policía, Andrea-, me contó. Mordí una galleta y sorbí el café. Estaba delicioso.
-¿Qué ocurre?-, estaba indiferente, sin embargo.
-La policía encontró a Karlson metido en una casucha de los suburbios-, me contó.
Él me quería muerta. No sé por qué me tuvo tanta tirria. Yo solo aporté mi entusiasmo a la clínica, sin embargo Karlson me vio siempre como una enemiga, que le había quitado sus privilegios y había hecho que Brown se diera cuenta que era un mal profesional cuando en realidad él mismo provocó su propia caída.
-¿Lo detuvieron?-, volví a morder una galleta.
-Lo mataron a tiros-, me dijo Brown desconsolado.
Quedé boquiabierta y pasmada y creo empal