El sol amaneció pálido aquella mañana. El aire cargaba un peso casi palpable, como si cada partícula de polvo supiera que ese día traería despedidas e incertidumbres.
Collin se levantó despacio, sintiendo las sábanas frías a su alrededor. El lado de la cama donde Liam dormía estaba vacío. No había señal de él en la cabaña, solo el armario revuelto, su ropa esparcida como si hubiera buscado algo específico para ponerse.
Respiró hondo e hizo lo mismo. Eligió un vestido amarillo sencillo, recogió su cabello rojizo en un moño descuidado y salió.
En la aldea, el ambiente era aún peor de lo que esperaba. Los hombres, vestidos para la batalla, abrazaban a sus familias. Los niños se aferraban a las piernas de sus padres, reacios a soltarlos. Las mujeres murmuraban promesas y oraciones, como si pudieran moldear el destino con palabras.
Collin recorrió el patio con la mirada y pronto encontró a Eve.
Ella estaba entre los brazos de Jhon, el rostro hundido en su pecho, como si quisiera fundirse c