La noche cayó sobre el pantano como una plaga silenciosa. El hedor a cosa muerta era asfixiante, se metía en los pulmones con cada respiración. Dentro de aquel cuarto oscuro y sofocante, Alade estaba tumbada, el cuerpo inmóvil, los ojos abiertos… pero la mente atrapada en un torbellino.
Las palabras de Colen aún ardían en su memoria. La amenaza era real. Vampiros y lupinos lado a lado, sedientos de sangre y poder. Si invadían Montaña de Oro, destruirían todo lo que sus padres habían construido. Pero había otra cosa que la inquietaba. Una visión que se repetía como un castigo…
Aaron.
Encadenado, desnudo, expuesto, ofrecido como banquete a aquellas criaturas. Y él… no luchaba. Su mirada era tranquila, resignada, casi… entregada. Aquello la enfermaba.
Y aun así… lo peor era admitir que incluso encadenado, incluso rodeado de lujuria macabra, él seguía siendo el hombre más irresistibile que había visto. Su cuerpo perfecto, la mirada dominante, la forma en que los labios se curvaban en desp