Capítulo 4

Kary se llevó las manos a la boca, arrepintiéndose al instante de sus acciones.

¡No era su intención actuar así! ¡Era una doctora amante de todos los animales, por el amor de todo lo santo!

Simplemente despertó desorientada, sin saber qué hacía en el suelo, cuando de repente observó a un lobo feroz, macizo y enorme merodeando por encima de su rostro. Su primer instinto fue golpear y después correr, pero dado que el enorme lobo negro se echó al piso a chillar como si de verdad le hubiese dolido, supo de forma tardía, que ese animal aunque grande, estaba herido.

—¡Dios mío! ¡Discúlpame lobito!—subió las manos con las palmas hacia afuera, intentando consolar al lobo que seguía llorando en el piso—. Lo lamento tanto, en serio. Me asustaste y mi instinto de supervivencia…

Quiso acercarse para poder examinar la herida, como veterinaria no podía ver a ningún animal herido o desatendido frente a sus narices, pero el lobo inmediatamente retrocedió, mostrándole los dientes en señal de advertencia.

La rubia subió ambas manos, apaciguando al animal salvaje. Aunque sentía algo de miedo, increíblemente en el fondo, sonab tonto, pero percibía que ese lobo negro, a pesar de su tamaño y su actitud abiertamente hostil, no le haría daño a posta. Quizás debería llamarlo instinto de doctora, además, si es que ese animal quería hacerle daño, ya lo hubiera hecho cuando estaba inconsciente.

Cuando despertó, más bien vio una ligera curiosidad en esas facciones lobunas. Como cuando un perro es rescatado de la calle y va a un lugar nuevo. Era más bien curiosidad y ningún deseo de destrucción.

El lobo seguía mostrando los dientes y lloriqueando levemente con ojos recelosos.

—Está bien, está bien, pequeño lobo…

Parece que eso lo disgustó ya que se erizó como un gato.

—Claro, claro, no eres nada pequeño…

¿Por qué había tantos lobos reunidos en un solo lugar? Ella es de ciudad, jamás ha visto a un lobo en carne propia.

Observó el castillo en busca de algún detalle que le diga sobre el dueño. ¿Quizás el dueño de la casa también era dueño de todos esos lobos?

Escuchó como la bestia negra golpeó el piso con impaciencia, como irritado con algo.

—¿Qué? ¿Tienes hambre o algo?—rebuscó entre sus bolsillos—. Lo siento, como podrás ver no tengo nada sobre mí—hizo una mueca al ver su cabello antes sedoso y brillante, rubio, ahora convertido en un horrible color tierra—. Solo suciedad…

El lobo sopló algo parecido a una risa y Kary lo miró con el ceño arrugado. Este animal también tiene algo parecido a la inteligencia brillando en sus ojos. ¿Quizás son amaestrados?

—¿Sabes dónde está tu dueño?—le habló dulcemente, con la esperanza de que el lobo entendiera—. Tengo una emergencia y me gustaría que me ayudara…

El lobo se sentó sobre sus patas y la miró ladeando la cabeza.

Emerson no sabía qué le causaba más diversión. Si la humana hablando tranquilamente con un lobo del tamaño de un elefante o que la humana sugiera que él tiene un dueño.

Qué insolencia más grande.

¿Pero qué ella había dicho? ¿Emergencia?

Solo ahora, cuando se iba acostumbrando al aroma de su mate, Lark pudo observar a la mujer con claridad. Cabello sucio, ropa hecha jirones, sin calzados, brazos magullados y una herida sangrante también a su costado.

Sin decirle nada, corrió hacia su habitación y trajo arrastrando, una pequeña caja con todos los implementos básicos para una curación rápida.

A Kary los ojos le resplandecieron. ¡El animal pudo entenderla!

Poco a poco, esperó a que el lobo se alejara unos metros y frunció el ceño.

Los ojos del lobo eran mitad celestes y mitad marrones. ¿Heterocromía?

Rememoró sus apuntes. Había muy pocos animales con heterocromía parcial, sin embargo, aquí, este salvaje tenía heterocromía completa. Que interesante.

Mientras sacaba los utensilios, vio por el rabillo del ojo como el animal gruñía con el esfuerzo de sentarse y con sorpresa observó que tenía también una herida en un costado. Ni siquiera tuvo que pensarlo.

—Ven aquí, tito…

A Lark le recorrió un escalofrío por la ofensa. ¡El alfa es él! ¿Cómo se atreve a ponerle nombre?

Esta vez gruñó con más potencia.

La doctora, arrugó el ceño.

—Puedo ver qué eres adiestrado. No tengas miedo, soy doctora así que sé lo que hago.

Cada palabra que salía de su boca sonaba como el coro de ángeles para el alfa, por lo que más irritado que nunca, se alejó dos pasos más de la mujer. La doctora entrecerró los ojos en su dirección.

—Eres bastante inteligente. ¿Sabes? Si no me dejas curarte, yo tampoco lo haré—poco a poco volvió a guardar los implementos sin importarle la mirada incrédula del alfa—. O no sufre nadie o sufrimos todos. No hay punto medio.

Con una rabia que no había sentido en doscientos años, se acercó y empujó la caja hacia su dirección. Era infantil. ¿Por qué simplemente no se convertía en hombre y hablaban como seres civilizados? Pero, Emerson no sabía por qué quería que esa mujer lo siguiera tratando con tanta amabilidad a pesar de ser un asesino.

Kary no hizo caso y miró hacia otro lado. Bastaron dos intentos más por parte del animal para que al fin se rindiera y poco a poco se acostara frente a ella, exponiendo su costado herido. Tenía que tener mucho cuidado, prácticamente podía sentir al lobo vibrando de la tensión.

La rubia se masticó el labio inferior. La herida no era grave pero sí profunda. Se habrá metido en alguna pelea con otros lobos con esteroides, es la respuesta ante esos tajos en forma de garras.

Rápidamente le hizo la curación, y aunque parezca mentira, el lobo ni siquiera se inmutó ante el escozor de los desinfectantes. No pudo evitar que su lado ético y amable rasgo de doctora saliera a la luz.

—Eso es, que buen chico…—le acarició el pelaje antes de que se diera cuenta. El lobo salió de su agarre como si le quemara y ella quedó perfectamente inmovil.

Que hubiera sido menos hostil que los otros lobos no significa que no vaya a arrancarle el brazo de un mordisco.

—Vale vale, lo pillo. No me muerdas. Sin contacto físico, lo anoto en mi libreta.

Emerson no sabía que hacer. Si sonreír por la ternura de aquella criatura o estamparle la cabeza por su tozudez. ¡Lo había obligado a acostarse sumiso, exponiendo una parte vulnerable hacia ella, como un sucio perro callejero!

La mujer también terminó de hacerse rápidamente la curación y luego de unos minutos de descanso, abrió los ojos con algo parecido a la histeria.

—¡Cierto! ¡Aquí me trajo un hombre de cabello blanco!—se incorporó lentamente bajo el escrutinio de esos ojos con heterocromía—. De hecho, no me lo vas a creer, era un lobo blanco, que luchaba contra otros lobos y de repente, frente a mis ojos, se convirtió en hombre—se alisó el pelo, nerviosa—. Una completa locura ¿Verdad? Los hombres lobos no existen, quizás me golpeé tan fuerte la cabeza o estoy alucinando por falta de hidratación y lo que vi simplemente lo imaginé. Quizás sí haya visto alguna pelea de lobos salvajes, me desmayé y algún cazador me trajo hasta aquí—hizo una mueca de simpatía—. o probablemente hayan sido parte de tu manada ¿No?—se giró hacia él, como queriendo confirmar su presencia silenciosa—. Lo lamento si es que el cazador estuvo por aquí.

El alfa no podía creer la cantidad de palabras que habían salido de su boca en tan poca cantidad de tiempo. ¿No cerraba el pico nunca? Pero entonces, algo de su monólogo lo empapó.

~¿¡Jerak!?—abrió su mente, buscando a su manada.

El hombre lobo ya estaba en camino al castillo con los demás pisandoles los talones e intuyó por su tono de voz, que su alfa estaba cabreado.

~¡Yo no fui! ¡Tu cereal ha desaparecido porque Ernee se lo come!

Ernee, su hermano menor, gruñó.

~Traidor—escuchó el alfa que el hermano menor murmuró y tuvo que invocar cada gramo de paciencia para no romperles la cara a todos~. Alfa, solo escúcheme…

~¡Hablaremos después sobre desobedecer órdenes de no tocar mis cosas!—su voz reverberó hasta al más débil de su manada. Genial, ahora todos sabían que estaba cabreado. Cerró conexión con los demás y habló solo para los que estaban por llegar.

~¿Por qué hay una jodida humana en mis tierras y peor aún, en mi castillo?

Todos se removieron incómodos. Eso es, sentía que todos preferirían ir a luchar que enfrentarlo con su creciente ira.

~Señor...—habló el beta—. Estaba a merced de los "desquiciados" es una inocente, no podíamos…

~Habla por ti mismo—escuchó el susurro del mejor amigo de su beta.

Ignoró el comentario. Casi la mayoría tenían ese rechazo y odio hacia los humanos. Seres incapaces de sentir amor por nadie que no sean ellos mismos y mucho menos capaces de saber la definición de lealtad.

~¿Te transformaste frente a una humana cualquiera? ¿Frente a un civil?

Sintió su vacilación antes de escucharla.

~¿Si? Digo, ¿No? ¿Quizás?

El alfa rechinó los dientes. Odiaba la incertidumbre o la duda. Era para débiles y él o su manada podrían ser todo, crueles, asesinos, sin corazón, lo que sea, menos débiles.

~Tienes dos jodidos minutos para que estés frente a mi—el tono de voz que empleó no dejó lugar a objeciones y cortó abruptamente la conexión. Era suficiente la amenaza implícita en esa corta oración.

No llegas a ser alfa de toda una manada siendo blando, benévolo, descuidado o permisivo. Y ahora mismo no sabía si esa humana representa alguna amenaza para su familia.

Mate o no, no le temblaría la mano para asesinarla si considera algún peligro para su manada.

Exactamente dos minutos después, sus súbditos llegaron jadeantes pero ya en forma de hombres, vestidos pero aún sudorosos.

La rubia se echó hacia atrás, sorprendida por la aparición de todos los hombres morenos, todos con cabellos blancos.

—¡Jefe!—Emerson escuchó detrás de su espalda, aun en forma de lobo, como su beta se acercaba a pasos grandes—. ¡Hay mucho que debo contarte! ¡Encontré varias pistas muy al norte del territorio! ¡Hay muchas cosas que comentar…!

Kary tembló. ¿Quiénes eran? Reconoció a ese hombre que comenzó a hablar, pero a los demás, que la miraban como si fuese un insecto bajo sus zapatos, no.

Comenzó a temblar como una hoja.

—¡T.. tú!—señaló al hombre fornido. Éste a su vez le dedicó una mirada de soslayo y asintió en forma de saludo, para luego fijar los ojos en la espalda del lobo negro como esperando algo—. ¡¿Qué?! ¿Qué son…? ¿Cómo..?

—Alfa—los otros hombres que la miraban con odio, hicieron una reverencia corta hacia el lobo feroz, ignorando completamente su crisis existencial.

¿Qué? Momentáneamente se quedó confundida. ¿Por qué sentía tanto odio de parte de esos hombres desconocidos para ella? Y lo que es más loco, ¿Por qué se dirigían con tanto respeto hacia el animal salvaje que seguía sentado tranquilamente, mirándola con atención?

Unos segundos después, escuchó la voz más gruesa, amenazante e invasiva que alguna vez existió en la faz de la tierra.

—Oh, claro que tienes muchas cosas que explicar Jarek.

Una voz exactamente de su tipo de gusto vergonzoso. De ese tipo de gusto que la hacía retorcerse de placer cuando se colocaba sus audífonos y entraba en esa página web de traducciones para escuchar libros eróticos y tener algún alivio con sus dedos.

Sin embargo, el mismo proceso que vio con el hombre que parecía llamarse Jarek, sucedió con el lobo negro.

En vez del animal salvaje al cual le había hecho una desinfección rápida, apareció en su lugar, un hombre magníficamente colosal, extravagante y animal. Majestuosamente desnudo, ojos con la heterocromía del lobo negro y con el falo de un color más oscuro que el resto de su cuerpo, duro como un mástil, apuntando directamente hacia ella.

—¡¿Qué hace una humana desquiciada en mi castillo?!—su voz tronó en cada uno de los rincones del enorme lugar.

Se estremeció de miedo y un segundo después, ella volvía a besar el suelo, inconsciente.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo