Capítulo 3

El lobo blanco, transformado ahora en humano, corría a toda velocidad por el denso bosque, se lo conocía como la palma de su mano, por ende, aunque llevaba a una mujer inconsciente en sus brazos, aún así podía esquivar con soltura cualquier obstáculo sin siquiera perder el ritmo.

Apuró el paso cuando escuchó el aullido de dolor de unos de sus hermanos de manada.

A pocos minutos, llegó al castillo de su jefe, de su alfa, pasó la valla y las seguridades que él mismo había puesto días atrás por la invasión de esos imbéciles lobos de ojos rojos, enloquecidos por algún tipo de tóxico que no logran descifrar.

—¿Alfa?—se maldijo.

Seguramente su alfa estaba en la frontera, custodiando el límite de su territorio, impidiendo que más lobos crucen hacia su terreno.

~Alfa, por favor, estamos en problemas, hay demasiados "enloquecidos" cerca del castillo—Habló mentalmente mientras dejaba a la mujer en el pasillo principal y se apuraba en regresar junto a sus amigos licántropos.

Su jefe contestó al instante, con una tensión característica de su personalidad.

~¿Necesitan mi ayuda? Ya estoy yendo en esa dirección. ¿A cuántos kilómetros?

El hombre, mano derecha de su alfa, bufó.

~No, alfa. No lo necesitamos en la batalla, llevé al castillo a…

En ese momento dado, la comunicación se cortó abruptamente. El lobo supo que su jefe probablemente había encontrado también problemas y tuvo que desconectarse de su comunicación mental para poder concentrarse en su propia pelea y subir sus muros mentales.

Llegó más rápido de lo previsto y se lanzó a la pelea con sus amigos a su espalda, aunque parecía que sus compañeros de manada ya habían acabado con la mayoría.

~Que lástima. Rescato unos segundos a una humana y ustedes se quedan con toda la diversión.

Escuchó bufar con diversión a su hermano menor por su conexión mental y a su mejor amigo suspirar con irritación.

~¿Qué?—rugió al cielo nocturno cuando quebró la espalda de un lobo marrón-—. Me aman, lo sé.

Y los tres siguieron luchando. Nadie dijo nada, no debían hacerlo, los tres sabían que eso era verdad. Todos conforman una hermandad y como manada, todos se amaban por encima de todo. Defectos y aires de grandeza incluidos.

«Manada antes que todo» susurraron por ese lazo invisible que unía a la manada Sangre Creciente o mejor conocidos como asesinos "Hanjx"

Lazo irrompible.

(...)

Lark Emerson no tuvo más remedio que cortar la comunicación entre su mano derecha y él. Los lobos desquiciados habían cruzado la frontera hacia su territorio en ese escaso lapso de distracción hablando con su beta.

Esos lobos eran algo tontos, pero mortales, en cualquier descuido, te arrancarían la cabeza a mordiscos, si es que antes no logran romperte la columna vertebral.

Lo bueno es que ahora, que acabó con todos, puede ir a ver lo que llevó a Jarek llamarlo telepáticamente con urgencia.

Rechinó los dientes ante la herida de su costado derecho, uno de ellos logró acertarle un manotazo con sus largas garras, haciendo que sangrara como riachuelos. Su rápida curación de hombre lobo lo ayudaría a regenerarse más rápido que cualquier ser vivo, por ende decidió volver a su castillo en su forma lobuna.

¿Qué es lo que dijo Jarek? ¿Qué llevó al castillo? ¿Será algún lobo desquiciado que está lo suficientemente cuerdo como para que Lark pueda quitarle información de su locura?

Con esa esperanza en mente, corrió rumbo a su adorada casa y refugio de toda su manada.

(...)

Un aroma delicioso a fresas frescas que su madre recogía del huerto que cultivaba en su jardín, lo detuvo en seco frente al límite de su castillo.

¿Qué diablos?

Nunca había sentido un aroma tan fuerte que los huesos le dolían de anhelo. Estornudó por la fuerte estimulación olfativa y se adentró en su hogar.

Si antes creía que el olor era fuerte, no se comparaba a nada con cruzar su alta y maciza puerta de roble.

Moviendo la cabeza de un lado a otro, quiso sacarse esa sensación de anhelo y deseo profundo que le causaba el aroma. No podía pensar, se sentía mareado, se sentía como la primera vez que probó alcohol para lobeznos que su padre había inventado y que luego su madre descubrió, haciendo que su padre, alfa de alfas, durmiera en el sofá por tres días, ante el rechazo de su propia luna.

Se puso alerta en cuanto escuchó un delicado gemido de dolor en el pasillo principal. Despacio, sin abandonar la posición de ataque se acercó a lo que sea que estaba acurrucado y hecho un ovillo.

Aguantó la respiración mientras lentamente tocaba el cuerpo. ¿Era esa la droga que dejaba desquiciados a los demás lobos? Si ésto era lo que olían, Lark estaba muy de acuerdo con que podría ser tan adictiva y llevar a la locura en un santiamén. Era la única explicación para lo que le estaba sucediendo. Se sentía volverse loco con cada bocanada de aire.

Su lobo quiso pasearse inquieto, aunque él lo estaba dominando, casi le dio rienda suelta. Generalmente la esencia de su lobo era tranquila y letal, ahora parecía un lobezno, incapaz de conocer la palabra paciencia.

El bulto gimió de nuevo, esta vez más lastimosamente, un dolorcito en el pecho lo sobresaltó. ¿Se lastimó más gravemente en la pelea anterior? Debería pedir cita médica con su doctor de la manada. Ambos tenían la misma edad por lo que los títulos rara vez se usaban en privado.

De repente, giró hacia él la criatura más hermosa jamás vista en la historia de la tierra.

Unos ojos grises lo miraron con confusión, su cabello estaba revuelto y al parecer sucio con barro y ramas en él. Las pecas en su rostro se movieron cuando ella arrugó la nariz adolorida y finalmente le llegó la respuesta un segundo antes de la tragedia.

¡Mate! ¡Esa preciosa criatura indefensa era su mate!

Quiso rugir de la furia. ¡Imposible! ¡Su mate, su luna, luna de la manada Sangre Creciente podía ser una frágil e inútil humana!

Antes de que pudiera decir o hacer nada, la humana se incorporó sobre sus codos, asustada, gritó retrocediendo y le asestó un manotazo limpio directamente a su magullado hocico por la dura y reñida pelea de antes.

Lark cayó hacia atrás y gimió desesperado al sentir el dolor lacerante desde la punta de su hocico hasta atrás de su cráneo de licántropo.

No podía ser. Lark Emerson, el gran alfa de la manada Hanjx ha sido golpeado vilmente por una inútil humana sucia.

¡Que humillación!

Sin embargo el dolor seguía allí, persistente, se tapó la cara con sus manazas, intentando menguar el dolor.

Su lobo seguía lloriqueando. Diosa Luna guerrera, que mano dura tiene esa sangre sucia.

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