Capítulo 5: El hombre de los ojos negros

Jack se levanta con el mismo humor de perros de siempre, aunque estos últimos tres días ha estado realmente insoportable por culpa de la exigencia de su padre.

Sale de su departamento de emergencia, ese que tiene sobre su oficina para los días que no quiere salir de allí, y comienza a ver la lista de las candidatas. En total sólo cuatro quedaron, puesto que varias de ellas al no saber para qué era la entrevista, desistieron de ir.

—Cobardes —gruñe cuando se sienta tras su escritorio.

Ha dado la orden de que pasen directamente a la entrevista, las citó a todas a la misma hora y quiere saber quién llegará primero. Aunque no se molestó en ver sus rostros, siente cierta ansiedad por saber qué prospectos le llegarán.

Sonríe con satisfacción, ve la hora y faltan veinte minutos para que comiencen a llegar, se pone de pie para mirar por la ventana, allí se siente el dueño del mundo, intocable e inaccesible. El sonido del intercomunicador lo interrumpe en su alabanza personal y se acerca para responder molesto.

Por supuesto, lo hace con el mismo tono que usa para todos. Pero la respuesta que recibe lo deja helado, no por las palabras, sino por el tono de voz de la chica.

—Vengo a la entrevista de trabajo —la frágil voz lo deja con curiosidad y en lugar de decirle que pase, va él mismo a abrirle las puertas.

Cuando lo hace, su mirada se posa en esos ojos ámbares que lo miran con curiosidad. Aunque se ha encogido por su presencia, su mirada no es de miedo y eso… eso le atrae.

—Buenos días, señor Gosling —le dice nuevamente con esa melodiosa voz y Jack cierra los ojos para saborearla. Mientras que ella se pierde en la presencia de aquel hombre de ojos negros.

Nunca… jamás en su vida una mujer le ofreció a Jack esas sensaciones. Vuelve a abrir los ojos y los posa sobre ella, va con esa gabardina blanca y parece un ángel. Le extiende la mano para saludarla, ella la acepta enseguida, sin temor, no como todas las personas que se presentan ante él por primera, segunda o enésima vez.

La corriente que sienten fluir es innegable, ella retira la mano con rapidez y baja la mirada algo sonrojada.

—Adelante —le dice con esa voz profunda que la hace sentir en peligro y al mismo tiempo protegida de todo, es algo confuso e inexplicable.

—Gracias —Luna evita mirar el espacio en el que se encuentra, pues no quiere parecer curiosa, pero en una mesa de centro de color negro ve un huevo Fabergé—. ¡Que hermoso! Me encanta la historia de estos huevos, fueron creados para… —Luna se detiene y se gira para ver a Jack—, lo siento, no quise ser impertinente.

—Por favor, tome asiento —«¿por favor?» se pregunta en su mente, él jamás pide por favor ni da las gracias. Se aclara la garganta y frunce el ceño, volviendo a adoptar esa voz autoritaria—. Allí.

Ella hace lo que Jack le pide, se acerca al enorme sofá, se quita la gabardina y la deja perfectamente acomodada a su lado junto a su bolso, lo que a Jack se le hace de lo más excitante, una mujer que sabe comportarse como esas damas en extinción.

—Quiero saber ¿por qué aceptó venir a esta entrevista sin saber para qué era exactamente?

—Porque lo necesito.

—Como todas las candidatas, seguramente —dice con ese sarcasmo que no lo abandona, pero ella sólo sonríe—. ¿Se considera usted inteligente, bella, de buena salud y dispuesta a todo?

—Todas menos lo de bella —le dice con una risita nerviosa—. Pero supongo que puedo ser aceptable.

La manera en que se encoge de hombros le dice a Jack que habla muy en serio. Sus ojos son dos ventanas, no hay nada en ella que se oculte.

Jack la mira desde donde está, apoyado en su escritorio, da un par de pasos hacia ella y se sienta en un sillón frente a Luna. La evalúa con intensidad y, aunque ella se siente incómoda, no aparta la mirada.

—No puede hablar así… —quiere decirle que es hermosa, pero si lo hace reaccionará como todas las mujeres que han recibido un cumplido de él: creerá que pueden hacer lo que quieran y no es así. Prefiere hacerle una ligera pregunta de inteligencia con lo que acaba de ver—. Quiero que me diga ¿por qué le gustan los huevos Fabergé?

—Oh, eso es por la historia de su origen. Un hombre enamorado quiso hacerle un obsequio especial a su esposa, algo que fuera único, sólo para ella. Es lindo, romántico, una gran demostración de amor.

—¿Usted cree en el amor?

—No —Jack no puede evitar dar un respingo ante la respuesta tajante de Luna—. Es imposible creer en el amor cuando a uno le rompen el corazón.

—Creo que en eso coincidimos perfectamente —se miran fijamente, esa intensidad de Jack versus la dulzura de Luna es como un magnetismo—. Por cierto, no me ha dicho su nombre.

—Oh, disculpe mi descortesía —se pone de pie y camina hacia Jack con la mano extendida y esa sonrisa que la hace ver más atractiva—. Luna Walsh.

—Muy bien señorita, Walsh… —está a punto de hacer una pregunta acerca de sus actividades mientras estrecha su mano otra vez sólo para sentir esa corriente que lo adormece, pero el intercomunicador suena. Con el mismo mal carácter de siempre, Jack responde gritando—. ¡Pase!

La puerta se abre y entra una rubia despampanante, alta, de ojos azules intensos. Va con un vestido formal, pero que deja ver sus curvas a la perfección. Tras ella Jack logra ver a dos mujeres más que se ven casi como la rubia, eso lo pone de malhumor, porque tal parce que han ido a la audición para una película o a buscar trabajo de fulana.

Se pone de pie, camina hacia la rubia, la toma por el brazo con violencia y la saca de allí casi tirándola sobre las otras.

—¡Fuera todas!

—P-pero hemos venido a la entrevista de trabajo —dice una de ellas y eso sólo enfurece más a Jack, quien odia que lo debatan.

—¡Pues ya no hay oferta de trabajo! El puesto está cubierto… algo que no se puede decir de ustedes.

Las mira con odio y asco, las mujeres se encogen por la vergüenza y salen de allí por el mismo lugar por el cual llegaron. Luna ve la escena algo contrariada y muy sorprendida. Jack llega con ella y se para a escasos centímetros de la chica.

—¿Es verdad que el puesto está cubierto? Creo que he perdido mi oportunidad —dice decepcionada, pensando que no es ella quien se ha quedado con el puesto porque Jack no le ha dicho nada. Se gira para tomar sus cosas, pero el hombre la detiene.

—¿De qué habla? Usted se ha quedado con el puesto —Luna se gira para verlo a la cara sorprendida y sin pensarlo se lanza sobre él para abrazarlo, algo que Jack no sabe cómo tomar.

—¡Gracias! Muchas gracias, no sabe lo importante que es para mí —lo mira a los ojos algo avergonzada, se arregla la ropa y pregunta más compuesta—. ¿Cuándo debo comenzar? Pero lo más importante, ¿qué es lo que debo hacer? ¿Cuáles serán mis funciones?

—Muy simple —dice él con esa sonrisa mezcla de seducción y maldad—. Usted, señorita Walsh, será la madre de mi hijo.

Luna se queda con la boca abierta, como si le hubiesen quitado el aire y se deja caer en el sofá, sin salir de su sorpresa.

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