CAPÍTULO 163. Promesas eternas.
Capítulo 163
Promesas eternas.
La tarde en Acapulco comenzaba a declinar cuando Leonard se levantó con cuidado de la toalla donde había estado descansando bajo la palmera. El sol, ya cerca del horizonte, teñía el cielo de un coral pálido que se reflejaba en cada ola. A lo lejos, el rumor del mar se mezclaba con el sonido de la brisa entre las hojas de las palmeras, y las antorchas recién encendidas crepitaban con un calor acogedor.
—¿Lista, mi amor? —preguntó Leonard, aún descalzo, inclinándose para alisar la arena que se pegaba a sus pies justo antes de detenerse bajo el arco nupcial.
El arco estaba montado con ramas de madera clara, retorcidas en forma de media luna, cubiertas de flores silvestres blancas y rosas pálido: jazmines, peonías diminutas, retamas. Entre ellas, prendidos a hilos invisibles, colgaban diminutas luces de hada que centelleaban al compás del viento. A los pies del arco se desenrollaba un camino de pétalos: un sendero doble de rosas blancas, como dos suaves cint