244. SIGRID, ERES MÍA

SIGRID

Tiré hacia debajo de su pantalón que rodó por sus muslos, me imaginé esa delicia saliendo y dando un respingo.

Mis dedos curiosos palparon la húmeda abertura, un líquido viscoso y resbaloso escurrió por mi mano.

Silas gruñó, siseando excitado contra el hueco de mi cuello.

Comencé a menearlo arriba y abajo, lento, delicioso, apretando como si fuese mi coño quien lo envolvía.

—¿Te gusta? Mmmm… ¿Lo estoy haciendo bien?

—Sí… sí… ssshhhh… más rápido… —jadeó con urgencia, sus caderas martilleaban adelante y atrás, siguiendo los movimientos de mi muñeca.

Subió la cabeza, asaltó mis labios, fiero, sin control.

Nuestras respiraciones aceleradas, mi mano arriba y abajo, las manos de Silas fueron a mis nalgas y me la apretaron, pegándome hacia delante.

En un momento perdí el control de la situación.

—Junte sus muslos… sshhh ¡ahora! … —me ordenó como un animal salvaje, lo hice y algo caliente y duro se metió entre las tiernas carnes, violándolas, desenfrenado.

Silas me besó apasionado, en
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