Sofia
Miro mis manos, son las mismas de siempre, pero parecían ajenas, como si ya no las reconociera, que el pasar de los años ha dejado su marcas en ellas. Sostengo una copa medio vacía, o medio llena, no puedo decir cual es la respuesta correcta. Lo cierto es que el licor quema mi garganta, pero seguía bebiendo, sorbo a sorbo, como si con cada trago pudiera borrar el dolor que llevo adentro.
La lámpara está encendida con una luz tenue sobre mí, y yo sentada en medio de la sala totalmente sola. Dónde había quedado esa Sofía Mancini dispuesta a conquistar el mundo. Ahora no era ni la sombre de quien fui. Una mujer a punto de divorciarse, que ha vivido por años con la ausencia del amor de su vida, una madre ausente, una mujer incompleta.
Escucho pasos y al levantar mi vista, la veo a ella, María. Una sombra fiel, quien ha estado a mi lado en mis peores momentos.
—No deberías beber tanto —dijo ella en voz baja, como quien no espera respuesta.
Me encogí de hombros, torciendo una son