Rosalie miró el clima lluvioso.
Ella sabía que sus días libres se estaban acabando, y solo de pensar en encarar a Louie ella sentía escalofríos.
No porque tuviera miedo de él, sino porque estaba alimentando un odio profundo a aquel hombre.
Él quería derribarla a toda costa, lo sabía.
Rosalie se alejó de la ventana, y decidió que lo miraría a la cara en ese momento.
No soportaba más su silencio, fingiendo que no había tramado contra ella, él necesitaba pagar.
[...]
Louie tiró la copa de vino contra la pared.
Se rompió a sí misma salpicando vino por todas partes.
Entonces caminó hacia sus hombres que estaban de pie frente a él, y los miró fijamente.
— ¿Cómo sucedió eso? ¡Cómo pudieron dejarla escapar! — Louie tropezó.
Los tres hombres se quedaron en silencio, con las manos delante del cuerpo y la mirada en sus propios pies.
Louie estaba furioso con sus matones, que solo tenían un trabajo. Mantener a una mujer de 50 kilos como prisionera.
¿Era eso tan difícil?
Volvió a gritar a sus hombr