*—Uriel:
En el ascensor, apenas se cerraron las puertas, Uriel se colgó del cuello de Danny, lo atrajo hacia sí y lo besó con hambre. El beso fue húmedo, rudo, lleno de ganas contenidas. Las carcajadas y murmullos de los otros clientes en el elevador apenas les hicieron cosquillas en el oído. A Uriel le daba igual. Ese club era un espacio libre, nadie iba a escandalizarse por un par de hombres besándose como si quisieran devorarse.
Cuando las puertas se abrieron en el estacionamiento subterráneo, Uriel no dudó en tirar de Danny, sacando el control remoto de su bolsillo para desbloquear el auto. Caminaban apresurados, casi tropezando con la urgencia que les hervía en la sangre. Sin embargo, al llegar al coche, en lugar de ir hacia los asientos delanteros, Uriel abrió la puerta trasera. Danny lo miró alzando una ceja, divertido. Uriel no dijo nada, pero el mensaje era claro: no llegarían a casa.
Danny soltó una risa ronca y obedeció. Se deslizó en el asiento trasero, recostándose